sábado, 23 de agosto de 2008

Pekín olímpico


"El Pekín que están viendo los visitantes y los espectadores durante los Juegos no es el Pekín real. Es un Pekín peinado con permanente, en el que los atascos habituales han dejado de ser habituales porque han sido retirados un millón y medio de coches, en el que el polvo en el aire ha disminuido drásticamente porque todas las obras han sido paralizadas, en el que decenas de miles de obreros inmigrantes han sido obligados a volver a sus pueblos, en el que faltan miles de residentes extranjeros porque las autoridades han restringido los visados, en el que el Gobierno ha dicho a sus ciudadanos cómo hablar con los extranjeros y qué contestar a los periodistas, en el que han sido silenciadas aún más las voces disidentes, en el que los taxistas han sido obligados a vestir camisa amarilla, pantalón azul e incluso corbata, algo que ni siquiera hacen muchos empresarios chinos.

(...)

Desde que logró los Juegos, en 2001, Pekín ha construido nuevas líneas de metro, excelentes estadios deportivos, un espectacular aeropuerto, una gran ópera, y modernos rascacielos. Las obras que no han sido finalizadas o los inmuebles que puedan dar mala impresión han sido ocultadas tras vallas publicitarias gigantescas, con el eslogan olímpico Un mundo, un sueño. Todas las ciudades que celebran unos Juegos pretenden con ello lograr proyección y ganar dinero a la larga. Para Pekín, son, además, una forma de sancionar el papel de China como potencia mundial."

José Reinoso escribía 'Pekín Potemkin' en El País el 10 de agosto, al calor del pistoletazo de salida de la XXIX Olimpiada. Sus crónicas desde la capital china han sido, en mi opinión, el mejor viaje escrito de la cita olímpica.

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