lunes, 25 de abril de 2011

Bollería gourmet

Aunque pasara de puntillas para la mayoría de aficionados ajenos al hip hop, pocas muertes han hecho tanto daño a la música moderna como la de James Dewitt Yancey. El productor detroitarra también conocido como J-Dilla nos dijo adiós el 10 de febrero de 2006, después de sufrir en silencio lupus y una extraña enfermedad sanguínea llamada púrpura trombocitopénica trombótica. Había cumplido 32 años solo tres días antes, el mismo día que su testamento sonoro había llegado a las tiendas de discos.

Donuts (Stones Throw, 2006) fue tejido en el hospital, entre sesiones de diálisis, con un Boss Dr. Sample SP-303 que el productor Karriem Riggins había regalado a Dilla por su 31 cumpleaños. “Él trataba de repasar cada beat, y asegurarse de que todo era diferente, de que no quería cambiar nada”, recordó después su madre, la cantante de ópera Maureen Yance. Ella fue testigo excepcional del proceso de creación de una obra que marcaría un punto de inflexión para el hip hop instrumental y, por extensión, para toda la música creada a base de samples. Una obra a la misma altura histórica del pionero Entroducing… del californiano DJ Shadow.

Como el niño solitario que se encuentra un balón en la playa, Jay Dee se montó un campeonato del mundo con sus ídolos, mayormente artistas de la causa soul. Por los samples de Donuts pasaron desde la primera división del género (Stevie Wonder, James Brown, The Temptations), hasta una larga lista de personajes secundarios (Dionne Warwick, Eddie Kendricks, Luther Ingram), además de elecciones tan heterodoxas para un productor de hip hop afroamericano como 10cc.

En su trabajo de reconstrucción -que si sacamos la batidora y levantamos las claras, que si recortamos estos coros con el bisturí, que si aumentamos el tempo, que si cómo me mola esta línea de bajo-, el de Detroit dio con el mismo alma de aquellos retales de música ajena y los reconvirtió en una obra visionaria, vitalista y profundamente emocional. No debería pasar por alto el calibre de la intensidad de la segunda parte del disco, compuesto por 31 cortes de los que sólo uno –la infecciosa Workinonit- supera los dos minutos.

Porque esto que parece un juego de niños y que se deglute a lo Homer con caja de rosquillas sobre el regazo es, sin embargo, una cosa muy seria. Muy, muy divertida. Adictiva como la bollería industrial. Pero muy seria. Tanto como alguno de esos platos deconstruidos que salen de la cocina de los restaurantes más vanguardistas o como esas alubias que sólo sabe preparar su abuela. Un LP que Dilla no concibió como el último, varios proyectos se quedaron incompletos por su prematura muerte.

Exiliado del mundo de los vivos, Jay Dee tienen que estar haciendo grandes cosas en el Planeta de los Globbetroter junto a Marvin, Otis, Curtis y compañía. Sólo espero llegar a ser lo suficientemente funk para acabar algún día allí.

jueves, 7 de abril de 2011

Rubber Pet Lonely Hearts Club Band

“No estaba listo para su unidad. Era como si todo perteneciera a la misma cosa. Rubber Soul era una colección de canciones que, de alguna forma, se agrupaban como en ningún otro álbum jamás publicado. Estaba muy impresionado, así que me dije: 'Eso es. Ahora estoy realmente motivado para hacer un gran álbum'.”

Brian Wilson

Pet Sound fue el álbum que acabó conmigo. Estaba tan enamorado de él. Acabo de comprar una copia a cada uno de mis hijos para su educación vital. Creo que no hay nadie que esté educado musicalmente hasta que haya escuchado ese álbum. Me encanta la orquestación, los arreglos… Decir que es el clásico del siglo quizá es ir demasiado lejos; pero para mí es sin lugar a dudas un disco total, clásico, imbatible en muchos sentidos. A menudo lo pinchaba y me ponía a llorar. Se lo puse a John tantas veces que hubiera sido difícil para él escapar de su influencia. Era el disco del momento. La cosa que realmente hizo sentarme y darme cuenta de las líneas de bajo… que se puede hacer melodías con ellas. Creo que esa es probablemente la mayor influencia en la grabación del Pepper. Me lanzó a una época de un par de años en la que siempre escribía líneas de bajo bastante melódicas. God Only Knows es una de mis canciones favoritas… Muy emocional, siempre me ha hecho un nudo en la garganta. Me encanta la melodía de You still believe in me. Me mata… creo que es mi favorita. Es tan bonita, de principio a fin. Esas harmonías multicolores que la van haciendo crecer… me provocan escalofríos en la columna vertebral.”

Paul McCartney

(Textos extraídos de aquí)







miércoles, 6 de abril de 2011

Smile, Love & Hate

Probablemente era un día soleado de Los Angeles. Brian Wilson cruzaba en coche una de esas enormes avenidas flanqueadas por palmeras. Sí, una de esas que se utilizan en las películas para retratar la típica imagen del recién aterrizado en L.A. (léase el-ei). En la radio sonaba el recién publicado Sgt. Pepper’s de los Beatles. Durante semanas, tal vez meses, la mitad de la FM comercial no iba a pinchar otra cosa en América. Al final de A day in the life, Wilson detuvo su carro y se apresuró a una cabina de teléfono. Sus palabras fueron “ellos ya lo han hecho” y el álbum Smile se guardó para siempre en un cajón.

Como todas las leyendas de la historia del rock, no interesa si el relato de arriba, atribuido al propio Brian Wilson, es cierto o no. Porque las leyendas del rock siempre molan, aunque sean tan injustas con sus protagonistas como ésta. Lo cierto es que si en aquellos días de 1967 había una banda que pudiera plantar cara a los de Liverpool, esos eran The Beach Boys. Componían sus propios temas desde siempre, tenían once álbumes en su haber, algunos de los mejores singles de la década, y una sensibilidad pop única y arrebatadora. Además, podían presumir de Pet Sounds, álbum predilecto del ególatra de McCartney, del que confesó haber “robado” unas cuantas ideas para la producción del Pepper. No hay más que fijarse en canciones como Paperback Writer, single de 1965, para darse cuenta que a Macca ya se le erizaba la tranca escuchando los cantos blancos de aquellos muchachos surferos de California.

Más allá de los piques históricos que tiñen de rosa la prensa musical (como el sangrante Beatles vs. Stones), es indudable que la competición hace evolucionar el arte y acaba poniendo a cada cual en su sitio. Wilson escuchó Rubber Soul y planeó su Pet Sounds; los Beatles respondieron con el Pepper; los Stones la cagaron con el Their satanic majesties request; y el Smile se fue a tomar por el culo por la fragilidad mental de Brian, la calidad de las drogas que se vendían en California a finales de los 60 y, sobre todo, por las sucias artimañas del capullo de Mike Love. Lo del Pepper sólo fue una excusa.

Cuando el proyecto Smile se archivó, perdimos un álbum y ganamos una leyenda: la del disco con miles de fundas impresas que nunca vio la luz del día por el arrebato de un artista lunático dolido en su orgullo. Wilson se desquitó con la publicación del LP en 2004, grabado desde el principio partiendo de los planos originales. Y ahora que Capitol anuncia la publicación del original en algún momento de este año, deberíamos reescribir la historia a favor del músico que perdió el norte y ajusticiar al memo de su primo.

Mike Love fue la primera estrella del pop en dar chance al Maharishi, dudó de la calidad musical del Pet Sounds (el título surgió precisamente de una de sus machadas), alejó a Van Dyke Parks de la estela del grupo, contribuyó a la perdida de papeles de Brian, convirtió a la marca Beach Boys en un sinónimo de banda de romería y camisas horteras de flores, compuso la infumable Kokomo, apareció en un capítulo de los Vigilantes de la Playa y ha tratado por todos los medios de reescribir la historia de los chicos de la playa a golpe de denuncia. Love es más odiable que Yoko y Nancy Spungen juntas. Por mucho que me guste la historia del coche, él fue quien se cargó los sueños de Brian. Y eso es algo que nunca deberíamos perdonarle.