No cabe ninguna duda de que los tiempos modernos siguen siéndolos. La velocidad a la que nos movemos continúa en progresivo aumento con su vertiginoso latir agitando nuestras vidas. Quedarse atrás podría ser, de nuevo, un pesado lastre en nuestra sociedad, algo por lo que clamaban decenas de personas en la puerta del Teatro Real de Madrid en la pasada entrega de los Premios Goya; y a lo que se refirió nítidamente Álex de la Iglesia en su último discurso como presidente de la Academia. Por supuesto, esto no quita para que nos sigamos fiando del boca a boca como una auténtica y fidedigna fuente de información.
Hacía semanas que llevaba escuchando buenos comentarios acerca de una prestigiosa serie de televisión norteamericana llamada Mad Men. Enfrascado en este gigantesco universo cibérnetico; completamente adicto a este nuevo fenómeno de la cultura por Internet, me decidí a concederle su oportunidad y una noche inicié mi viaje al Nueva York de finales de los años 60. Por ser más específico, y para quienes no la conozcan, se trata de una serie que aborda el mundo de la publicidad y de este modo abarca el desarrollo de algunas conocidas campañas de la época a través de su protagonista, Don Drapper, un inventado para la ocasión gurú de la creatividad de aquel mundo, a través del cual vamos conociendo los más que probables procesos creativos del momento y el contexto histórico social que dieron cobertura a aquellas novedades en el mundo de la comunicación publicitaria.
Mad Men destaca por una innumerable cantidad de virtudes, y en este artículo quisiera destacar una, el tratamiento de los personajes femeninos. Las mujeres que aparecen son reales, con problemas y ambiciones reales que marcaron, sin ningún tipo de duda algunas de las tendencias más pronunciadas de la mujer del mundo occidentalizado de hoy en día. Vemos mujeres luchadoras que ascienden en su trabajo con mucho sacrificio, y que sin embargo, siguen teniendo que luchar por el respeto de sus compañeros hombres. En esta serie podemos ver las mujeres que comienzan a tomar los primeros anticonceptivos en forma de pastilla, y cómo esto afectó a la sexualidad del momento, liberándolas y al mismo tiempo atrapándolas en una espiral que las convertía, todavía más si cabe, en meros objetos sexuales. Mujeres que ven en el presidente Kennedy una oportunidad de cambio. En definitiva, un largo etcétera de situaciones que no tienen desperdicio alguno. Un documento muy bueno para el análisis del movimiento social en el que la mujer tomó las riendas de algunas facetas, como la profesional y la reproductiva, y la repercusión que esto tuvo en nuestra historia.
La serie huye de maniqueísmos doctrinarios sobre el feminismo y lo sitúa sobre el terreno. Las chicas de Mad Men no tienen las respuestas, ellas son la pregunta, y se la lanzan al espectador con una gran veracidad. Sin duda, los años 60 supusieron en gran parte del mundo occidental, sobre todo en aquellos países que no vivían bajo una dictadura, un gran impacto de una nueva mujer sobre la estructura social. Mujeres empresarias, mujeres que viven solas y salen de marcha por la ciudad. Mujeres autosuficientes que no se dejan mangonear, mujeres que se divorcian, mujeres que abortan, mujeres que no abortan, mujeres que atrapan a hombres ricos, mujeres violadas por sus propios maridos, mujeres que buscan su espacio en algún lugar fuera de su hogar. En definitiva, gracias a esta serie podemos entender mejor que aquellas mujeres que obtuvieron algunas dosis de libertad y autonomía, trataron de manejar aquel punto de inflexión como mejor pudieron, y no siempre acertaron. Y que de sus virtudes y defectos todos hemos sacado valiosas lecciones de las que todavía hoy seguimos aprendiendo.
1 comentario:
La serie es enorme, me costó cogerle el punto, al principio me pareció todo lento, y errático, pero cuando ves la senda más clara, es una serie tremendamente inteligente.
A mi me ancanta la cosa esa de la identidad de Draper, de las máscaras, de la angustia que siente...
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