Mientras sus dedos teclean la nueva temporada de Nacido en Democracia, nuestro querido colaborador Demian inaugura La vieja tesela, algo más que un entretenimiento veraniego.
El verano de 2008 nos está dejando helados. Los turistas franceses y alemanes llegan a las costas de la Península Ibérica con el chip muy cambiado. Puesto que las playas y el sol siguen siendo gratis, ahora les vemos comprando sus viandas en los supermercados y escrutando las etiquetas de los precios con ojo avizor. Esas rubias cabelleras con sus blancas pieles que en los años 60 llegaban para destapar la virginidad de nuestro Mediterráneo, ya no se toman la paella sin mirar la cuenta después. Algo ha cambiado en el ritmo de nuestros millones y millones de visitantes.
El paro ha subido este verano en España. Ha sido la misma sensación que echarle un hielo a un vaso lleno hasta el borde. Aquí yace un cadáver todavía caliente. Nadie se atreve ya a prometer que la economía se recuperará pronto. Parece que tendremos que esperar una resurrección que la mayoría de gurús del capitalismo europeo sitúan en 2010 como pronto.
A los españoles no les gusta el cambio. Se alteran mucho con la inestabilidad, prefieren la calma y la estabilidad como medio de vida. De esta forma, el gobierno de Zapatero ha ido día a día asimilando la situación. Sin ningún tipo de aspaviento el ejecutivo español ha diluido dos meses de nuestra vida en el debate de si empleaba la palabra crisis o no para referirse a nuestra actual situación económica.
El Partido Socialista afirma que no desactivará las políticas sociales como, según ellos, pretende el Partido Popular. El debate es tan pobre que ni eso hemos escuchado del principal partido de la oposición. La derecha exige medidas, pero ni siquiera se molesta en explicar cuáles son las suyas porque ya da por hecho que todo el mundo las conoce. No se pueden desactivar políticas sociales en España porque son tan mínimas que el retroceso sería escandaloso, y su repercusión sobre la actual crisis inexistente.
La parte más silenciosa, la de los números que aumentan las listas de desempleo ya comienza a hacer ruido en las cabezas de muchas personas. Son muchas las incógnitas sobre las reacciones, pero no parece que vaya a haber ninguna. La patología de lo que acontece hace imposible cualquier tipo de reacción.
El Estado español ha basado el crecimiento del último lustro en el sector de la construcción ¿Y ahora qué? El mañana ha llegado y la burbuja con la que tanto pan se comió ayer ha traído el hambre de hoy. La buena noticia es que todavía quedará alguna playa con un centímetro no asfaltado en nuestras costas. Además, parte del escandaloso sistema de corrupción financiera e inmobiliaria que ha arrasado los ayuntamientos de norte a sur podría remitir. El dinero fácil que todo lo ha comprado en esta época se va esfumando, y sólo quedan pozos de hipotecas y deudas con intereses que suben de forma constante.
Con los sindicatos subvencionados convertidos en una suerte de protectores últimos del liberalismo más exacerbado, resulta una incógnita saber a donde dirigirá su mirada la clase obrera. De momento, este mes se ha lanzado el Iphone de Mac, que desde luego se ha vendido como rosquillas. Esta crisis es un buen espejo en el que cada sociedad y cada individuo pueden mirarse para ver qué posición ocupan en el tablero.
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