Amy Winehouse, 1983-2011
You're wondering now, what to do, now you know this is the end
You're wondering how, you will pay, for the way you did behave
Curtain has fallen, now you're on your own
I won't return, forever you will wait
You're wondering now, what to do, now you know this is the end
Curtain has fallen, now you're on your own
I won't return, forever you will wait
You're wondering now, what to do, now you know this is the end
You're wondering how, you will pay, for the way you did behave
You're wondering now, what to do, now you know this is the end
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sábado, 23 de julio de 2011
domingo, 13 de marzo de 2011
Punk for sale
Extractos de la entrevista a Malcolm McLaren (1946 - 2010) publicada en Q Magazine en marzo de 2006 y firmada por Andrew Pemberton
"Estaba en una tienda llamada Sex que parecía un agujero en la pared. Vendía ropa de goma para la oficina a estos jóvenes vírgenes. La idea de camisetas con un tipo negro enorme con su enorme verga colgando asustaba a la gente.
La gente venía de diferentes caminos. La única cosa que les unía era la tienda. La tienda era punk rock. Estaba imbuida de esa actitud.
Algunos de esos chicos querían estar en un grupo y yo llamé al grupo los Sex Pistols. “Pistols” porque era sobre tener penes pequeños. Ellos eran jóvenes asesinos adolescentes con penes pequeños. Esa era la idea."
"Nos guiábamos por muchos de los principios de mayo del 68. Los Sex Pistols decían, “¿qué es una canción Malcolm?”. Y yo respondía, “una canción es entrar por la fuerza en el Madame Tussauds y quemar a The Beatles, eso es una canción”."
"El punk hace que lo feo sea bello. La mayoría de los chavales se sientes feos a los 14, por eso les encanta."
"¿La reunión de los Pistols? Oh… dibujos animados, irreal, estúpido. Triste. Casi blasfemo. No, un acto de necrofilia. Ellos lo han convertido en la comodidad que nunca fue. Siempre fue una idea, que no les pertenecía. Ellos no podían ni escribir una canción por su cuenta. Una canción llevaba a Jamie Reid, a mí, a todo el 68, a la época y la temperatura, llevaba la tienda. Hacer una canción llevaba todo eso. Los Sex Pistols no eran ellos solos. Nunca. Ellos nunca hubieran llegado a serlo."
"John (Lydon) era muy malo con Sid. Nunca podrás reparar el daño. Tiene derecho a estar cabreado, porque le manipulamos. Pero eh, fuimos justos, colega, tú querías estar en una banda. La prensa te acosó un poco pero fue un buen viaje. Un trato magnífico: 18 meses y a vivir de los royalties para siempre. Ese es mi punto de vista. Así de simple.
Estéticamente hablando, él no va a ninguna parte. Sólo vive del pasado. Cada vez que sube a un escenario se convierte en un bufón. Ir a esa cosa de famosos fue ridículo. Nosotros te enseñamos a estar por encima de eso. ¿Estás intentando apelar a los sentimientos de la gente? ¿Fue Anarchy in the UK una canción sentimental? Supongo que quería ser amado. No pudo soportar su situación. No vive una vida elegante. Es un contador de habichuelas."
"Sabes, la gente quiere ser cool en todas partes, todo el tiempo. Ellos dicen que no, pero necesitan ser cool. Sirve para vender cosas. Si puedes hallar la definición de eso puedes cambiarlo todo. Así es como cambias la cultura. Eso es todo."
"Estaba en una tienda llamada Sex que parecía un agujero en la pared. Vendía ropa de goma para la oficina a estos jóvenes vírgenes. La idea de camisetas con un tipo negro enorme con su enorme verga colgando asustaba a la gente.
La gente venía de diferentes caminos. La única cosa que les unía era la tienda. La tienda era punk rock. Estaba imbuida de esa actitud.
Algunos de esos chicos querían estar en un grupo y yo llamé al grupo los Sex Pistols. “Pistols” porque era sobre tener penes pequeños. Ellos eran jóvenes asesinos adolescentes con penes pequeños. Esa era la idea."
"Nos guiábamos por muchos de los principios de mayo del 68. Los Sex Pistols decían, “¿qué es una canción Malcolm?”. Y yo respondía, “una canción es entrar por la fuerza en el Madame Tussauds y quemar a The Beatles, eso es una canción”."
"El punk hace que lo feo sea bello. La mayoría de los chavales se sientes feos a los 14, por eso les encanta."
"¿La reunión de los Pistols? Oh… dibujos animados, irreal, estúpido. Triste. Casi blasfemo. No, un acto de necrofilia. Ellos lo han convertido en la comodidad que nunca fue. Siempre fue una idea, que no les pertenecía. Ellos no podían ni escribir una canción por su cuenta. Una canción llevaba a Jamie Reid, a mí, a todo el 68, a la época y la temperatura, llevaba la tienda. Hacer una canción llevaba todo eso. Los Sex Pistols no eran ellos solos. Nunca. Ellos nunca hubieran llegado a serlo."
"John (Lydon) era muy malo con Sid. Nunca podrás reparar el daño. Tiene derecho a estar cabreado, porque le manipulamos. Pero eh, fuimos justos, colega, tú querías estar en una banda. La prensa te acosó un poco pero fue un buen viaje. Un trato magnífico: 18 meses y a vivir de los royalties para siempre. Ese es mi punto de vista. Así de simple.
Estéticamente hablando, él no va a ninguna parte. Sólo vive del pasado. Cada vez que sube a un escenario se convierte en un bufón. Ir a esa cosa de famosos fue ridículo. Nosotros te enseñamos a estar por encima de eso. ¿Estás intentando apelar a los sentimientos de la gente? ¿Fue Anarchy in the UK una canción sentimental? Supongo que quería ser amado. No pudo soportar su situación. No vive una vida elegante. Es un contador de habichuelas."
"Sabes, la gente quiere ser cool en todas partes, todo el tiempo. Ellos dicen que no, pero necesitan ser cool. Sirve para vender cosas. Si puedes hallar la definición de eso puedes cambiarlo todo. Así es como cambias la cultura. Eso es todo."
miércoles, 16 de febrero de 2011
Bienvenidos al club
Como muchos otros, algunas de las noches más divertidas que recuerdo viendo basket por la tele las pasé acompañado por Andrés Montes y su escudero, el gran Antoni Daimiel. Montes, lo reconozco, nunca me gustó narrando fútbol. Siempre pensé que su estilo de onomatopeyas, motes y homenajes a la cultura popular le iba mucho mejor a la rapidez del basket, con sus triiiples, piedras y pinchos de merluza. Y sobre todo al basket americano (porque el europeo y de selecciones siempre fue territorio de Pedro Barthe). La NBA en los 90 eran Jordan, Stockton y Andrés Montes contándole a Daimiel que la noche anterior había probado el helado sabor pistacho del minibar del hotel. O Andrés Montes ahuyándole a la luna que en el intermedio del All-Stars estaban pinchando el Let's Get it On de Marvin Gaye.
En los días de su temprana y triste muerte, encontré la entrevista que realizó en el programa La Terraza de Radio Nacional y que pueden escuchar más abajo. Ahí Andrés habla de su pasión por la música de toda la vida: el soul, el rock y esas cosas. La mixtape que les presento es simplemente la cara A de una cinta que pretendía homenajear al negro de la pajarita. No tiene nada de Prefab Spout, porque eso creo que eso iba para la segunda cara, pero como él, yo también creo que Steve McQueen es uno de los mejores discos de pop de todos lo tiempos.
En los días de su temprana y triste muerte, encontré la entrevista que realizó en el programa La Terraza de Radio Nacional y que pueden escuchar más abajo. Ahí Andrés habla de su pasión por la música de toda la vida: el soul, el rock y esas cosas. La mixtape que les presento es simplemente la cara A de una cinta que pretendía homenajear al negro de la pajarita. No tiene nada de Prefab Spout, porque eso creo que eso iba para la segunda cara, pero como él, yo también creo que Steve McQueen es uno de los mejores discos de pop de todos lo tiempos.
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lunes, 1 de diciembre de 2008
Feria de luto
Hoy he mandado y recibido un montón de emails sobre la triste noticia: Mikel Laboa ha dejado, para siempre, el mundo de los vivos. Aunque este blog no estuviera inmerso en su feria del disco vasco (en la que él tendrá su parte de protagonismo), su respetuoso recuerdo en este espacio es ineludible. Su voz y su guitarra y su pasión y su mirada de ojos que han visto el sufrimiento demasiado cerca le emparentan con otros grandes trovadores del pueblo oprimido como Paco Ibáñez, Raimon y Victor Jara.
Como muchos otros de los que no nacimos con sus cantos, le conocí a través de esta canción: 'Txoria Txori', que se puede escuchar al final del post. Para que todos la disfrutemos igual, he robado a Musikaz Blai su bellísima letra, en euskara y, claro está, traducida al castellano.
Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo.
Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik...
txoria nuen maite.
Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no habria escapado.
Pero así,
habría dejado de ser pájaro.
Y yo...
yo lo que amaba era un pájaro.
Goian bego...
Como muchos otros de los que no nacimos con sus cantos, le conocí a través de esta canción: 'Txoria Txori', que se puede escuchar al final del post. Para que todos la disfrutemos igual, he robado a Musikaz Blai su bellísima letra, en euskara y, claro está, traducida al castellano.
Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo.
Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik...
txoria nuen maite.
Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no habria escapado.
Pero así,
habría dejado de ser pájaro.
Y yo...
yo lo que amaba era un pájaro.
Goian bego...
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lunes, 11 de agosto de 2008
Si tienen la oportunidad, echen un polvo esta noche en honor a este hombre...
Isaac Hayes fue el compositor de aquella canción que Bart y Lisa cantaban en el karaoke del restaurante japonés en el que Homer estuvo a punto de ser envenenado con fugu. En la versión original de la canción que todos conocemos, Hayes era esa voz aspera y grave de proxeneta negro que humedecía las bragas de las chicks of the ghetto cuando preguntaba "¿quién es la polla privada y negra que es una sex machine para todas las periquitas?". La respuesta cuasiorgásmica del coro gemía al unísono el nombre de Shaft. Damn Right!
El pasado domingo, el enorme cuerpo de ébano sesuarl de Hayes fue encontrado por su familia derrumbado junto a una máquina andadora, todavía encendida, en su casa de Memphis, Tennessee. El astro tenía 65 años y desde hacía un par había estado luchando con los efectos secundarios de un ataque al corazón. Con su muerte, además del compositor de uno de los himnos negros más queridos por esta casa, Theme of Shaft, banda sonora de una de las pelis blaxplotation más icónicas, se nos ha ido una de las almas que llevaron al sello memphistarra Stax a ser lo que fue. Hayes fue músico, compositor y productor de una de las marcas de música negra más míticas de todos los tiempos, sólo comparable en los años sesenta a la todopoderosa Tamla Motow de Detroit. Don Julito explicaba muy bien el sentimiento de rivalidad de las dos compañías visto por un amante de la música de ambas, en este post dedicado a Stax en Pegamín.
William Bell, Steve Cropper, David Porter y el propio Hayes fueron los productores-compositores que definieron el alma del sonido Stax de los 60, mucho más crudo y menos adornado que el de Motown. Músicos de estudio como Booker T & the MGs y The Mar-Keys se encargarían de imprimir los inconfundibles ritmos y trompetas afiladas marca de la casa. Isaac, el Moisés Negro, debutaría como músico en 1967 con "Presenting Isaac Hayes". Luis Lapuente narraba de esta forma, la incursión discográfica de Hayes en su guía de la música soul Magia Negra:
"una noche de 1967, como inesperado colofón a una monumental curda, Hayes se encerró con Al Jackson y Donald "Duck" Dunn en los estudios de Stax: a la mañana siguiente tenía preparada la maqueta de su primer elepé, que fracasó esrepitosamente. Dos años después, algo más sobrio, tuvo que improvisar otro álbum en medio de la primera gran crisis de Stax, pero esta vez las cuentas le salieron. 'Hot Buttered Soul' adelantó las claves de toda su trayectoria posterior: canciones larguísimas, sobreinstrumentadas, en las que intercalaba pasajes recitados y cantados desde las profundidades de su voz gutural, casi tenebrosa, con barrocos adornos wha-wha de guitarra y profusión de violines y percusiones".
Hayes que fue huérfano antes de cumplir un año, que se crió en la miseria y aprendió el arte de la música en las calles de Memphis, se arruinó en 1976 tras su salida de Stax, que por lo visto no le había pagado un duro en concepto de derechos de autor. Debía seis millones de dólares. Pero las deudas no consiguieron achantar a este mc de la edad de piedra. Hayes se reconvirtió en actor y dejó para la historia una larga lista de apariciones memorables como secundario, tanto en la pantalla grande como en la tele. Apareció por ejemplo en El Equipo A, Miami Vice, El Príncipe de Bel Air... Y en su última época puso su voz al libidinoso (casi tanto como él) chef de South Park.
Que esta serie de canciones le mande vibraciones cachondas allá donde esté:
David Porter e Isaac Hayes compusieron, mano a mano, unas doscientas canciones que nutrirían al maravilloso catálogo Stax de los 60. Entre ellas, otro clásico entre clásicos, Soul Man, interpretada por Sam & Dave.
Hayes compuso en solitario esta bella pieza instrumental de tonos fúnebres para Booker T & the MGs (imprescindibles).
Esta es la versión reducida (7 minutos) de By the time I get to Phoenix, pieza que cerraba el LP de 1969 Hot Buttered Soul con 18 minutos largos de puro show musical Hayes. Si entienden un poquito de inglés, traten de seguir el discurso inicial.
La versión del clásico soul Let's Stay Together que pueden escuchar arriba (recordarán la versión original de Al Green en la banda sonora de una conocida película de culto) fue publicada en single en 1972 por Hayes en solitario.
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jueves, 10 de julio de 2008
El hombre bombilla se apagó
Heredamos los libros de nuestros mayores. Es hermoso sentirse vivo y hermanado en la cama con otra persona cuando las tripas hacen ruido. Sentirse vivo. Parece que quiero vender algo. Se acercan las niñas con sus huchas y me preguntan, "y los vivos, ¿heredan los vestidos de fiesta de los muertos?", "y los vivos, ¿no se asustan cuando escuchan esas risas en la calle, esas risas que suenan sin haber personas cerca y que parecen carcajearlas las sombras?", "y los vivos, ¿tienen algo en común con alguien?".
Abrazo a mi amor porque hemos heredado el hambre y lloro en su pelo.
Sergio Algora, letrista y voz de el mítico grupo de pop maño de los 90 El Niño Gusano, abandonó el planeta Tierra ayer por la mañana. Me enteraba de la triste noticia leyendo Micronesia pocas horas después y, todavía, me cuesta hacerme a la idea. Leyendo su obituario en el periódico de hoy, he sabido que tenía frágil el corazón, del que ya había sido operado, y que sólo tenía 39 años. Aquí, en mi cuarto, los viejos CDs llenos de polvo han vuelto a sonar, claro, y mis años teens han estado dando vueltas por mi cabeza, ya se pueden imaginar. Pero, por una vez no quiero hablar de mí, ni de lo miserable que era la adolescencia, ni de las niñas que dijeron que no y se marcharon riendo, ni del poder balsámico que tiene la música para los que se saben (o se creen) bichos raros.
Sergio fue músico, escritor, poeta, blogger, dependiente de tienda de discos, camarero, niño gusano, angel guardia, hombre bombilla, fabricante de alas de mariposa y todas las cosas que yo siempre quise y nunca pude ser. Escucho su voz en viejos clásicos gusanos y se me ponen los pelos como escarpias. Leo sus post, sus poemas, los artículos que escribió y me doy cuenta que después del final del grupo casi me había olvidado de él y las tardes que, sin conocernos, pasamos juntos.
Ahora Sergio habita en un planeta en el que no hay inviernos ni veranos, ni rayos que caigan, ni hagan mal. En el planeta Algora, conejos rosas reparten leche, pan y pétalos de rosa todos los días a las siete de la tarde, los besos no saben a delantal y siempre es 1967. Vaya para él este abrazo sideral.
Les dejo con El hombre bombilla, sacada de el EP Veo Estrellitas 10''. No es mi canción preferida de El Niño Gusano, pero sí la primera en la que pensé leyendo a Mycroft. Que ustedes lo disfruten.
Abrazo a mi amor porque hemos heredado el hambre y lloro en su pelo.
Sergio Algora, letrista y voz de el mítico grupo de pop maño de los 90 El Niño Gusano, abandonó el planeta Tierra ayer por la mañana. Me enteraba de la triste noticia leyendo Micronesia pocas horas después y, todavía, me cuesta hacerme a la idea. Leyendo su obituario en el periódico de hoy, he sabido que tenía frágil el corazón, del que ya había sido operado, y que sólo tenía 39 años. Aquí, en mi cuarto, los viejos CDs llenos de polvo han vuelto a sonar, claro, y mis años teens han estado dando vueltas por mi cabeza, ya se pueden imaginar. Pero, por una vez no quiero hablar de mí, ni de lo miserable que era la adolescencia, ni de las niñas que dijeron que no y se marcharon riendo, ni del poder balsámico que tiene la música para los que se saben (o se creen) bichos raros.
Sergio fue músico, escritor, poeta, blogger, dependiente de tienda de discos, camarero, niño gusano, angel guardia, hombre bombilla, fabricante de alas de mariposa y todas las cosas que yo siempre quise y nunca pude ser. Escucho su voz en viejos clásicos gusanos y se me ponen los pelos como escarpias. Leo sus post, sus poemas, los artículos que escribió y me doy cuenta que después del final del grupo casi me había olvidado de él y las tardes que, sin conocernos, pasamos juntos.
Ahora Sergio habita en un planeta en el que no hay inviernos ni veranos, ni rayos que caigan, ni hagan mal. En el planeta Algora, conejos rosas reparten leche, pan y pétalos de rosa todos los días a las siete de la tarde, los besos no saben a delantal y siempre es 1967. Vaya para él este abrazo sideral.
Les dejo con El hombre bombilla, sacada de el EP Veo Estrellitas 10''. No es mi canción preferida de El Niño Gusano, pero sí la primera en la que pensé leyendo a Mycroft. Que ustedes lo disfruten.
miércoles, 28 de mayo de 2008
Un hombre blanco llamado Jeremiah Johnson
"Yo, Hatchet Jack, en plena posesión de mis facultades y con las piernas rotas, dejo mi rifle a cualquiera que lo encuentre. El Señor quiera que sea un hombre blanco. Es un buen rifle y mató al oso que me mató a mí. De todas formas, estoy muerto. Cordialmente. Hatchet Jack."
Jeremiah Johnson (1972) es mi película preferida de Sidney Pollack. Su protagonista, interpretado por Robert Reford (actor fetiche de Pollack), se lanzó a la vida en las Montañas Rocosas a mediados del siglo XIX, cansado de la civilización. La película habla de la vida salvaje, las leyendas, las aventuras, la supervivencia, el hambre, el frío, la soledad, la amistad, el amor, la muerte y de un rifle Hawkin del calibre 50 dejado en herencia por un montañero solitario al que mató un oso.
Su director ha muerto este lunes, 26 de mayo, a causa de un cáncer a los 73 años de edad. En la última película que dirigió, Sketches of Frank Gehry, analizaba la figura del arquitecto que diseñó el Guggenheim Bilbao. Un saludo guasíbilis allá donde esté.
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viernes, 2 de mayo de 2008
El hombre que sabía demasiado
“El viernes pasado, 16 de abril de 1943, me vi obligado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a mitad de la tarde. Tuve que volver a casa agobiado por una extraña inquietud y un persistente mareo. Me acosté con la sensación nada desagradable de estar intoxicado y con la imaginación extremadamente estimulada. Con los ojos cerrados (ya que la luz del día me parecía demasiado brillante), y en un estado de ensoñación, pude observar un torrente de figuras calidoscópicas de todos los colores tomando formas fantásticas. Después de dos horas, ese estado se desvaneció”.
El eminentísimo químico suizo Albert Hoffman trabajaba en aquella primavera de 1943 en la posible utilidad de los alcaloides del cornezuelo para el tratamiento de la cefalea y la hemorragia post parto. Doctorado en la universidad de Hochschule en Zurich, con una tesis bajo el brazo que describía por primera vez la estructura química de la quitina, Hoffman fue enviado al laboratorio central de la compañía farmacéutica suiza Sandoz en Basilea, en la división de drogas naturales. Aquella tarde de viernes de 1943, en ese mismo laboratorio, Hoffman accidentalmente inhaló vapores o absorbió por vía cutánea lo que resultó ser dietilamina de ácido lisérgico o LSD 25.
El químico, asombrado por la alteración de su estado de ánimo, decidió sabiamente dar un paso adelante y realizar un nuevo experimento con la sustancia, con el fin de “evaluar en profundidad sus posibles efectos y aplicaciones”. Con varios compañeros de investigaciones de testigos, Hoffman ingirió 250 mcg de tarato de dietilamina de ácido lisérgico, lo que ingenuamente pensaba que resultaría una dosis diminuta. Hoffman estableció la dosis pensando en cantidades relativas a otros alcaloides similares. Sin embargo, como apunta el imprescindible escritor y drogólogo Antonio Escohotado en su imprescindible Historia General de las Drogas, el LSD “era el más potente psicofármaco descubierto con gran diferencia, cuya dosis debía morirse en millonésimas de gramo o gammas; una mota prácticamente invisible producía lo que el psiquiatra W. A. Stroll llamó ‘una experiencia de inimaginable intensidad”..
Después de administrarse semejante dosis, Hoffman se vio severamente impedido para hablar y comportarse con naturalidad. El mundo a su alrededor tomó una apariencia extraña, inquietante, diferente, bonita, colorida, brillante, divertida. Desde luego, el eminentísimo doctor no tenía ni puta idea del descollante viaje de ácido lisérgico que se acababa de meter pal cuerpo. Asustado por la experiencia, Hoffman pidió a su ayudante de laboratorio que le acompañara a casa. En el camino de vuelta casa, y subido en su bicicleta (el medio de transporte más utilizado en la época, no olvidemos que estamos en plena Segunda Guerra Mundial), el LSD empezó a mostrarse en toda su intensidad. Mientras Hoffman pedaleaba frenético, sentía que la bici había perdido la movilidad o, simplemente, que el mundo se había detenido. Como si The Piper at the gates of dawn sonara en la mítica escena bicivoladora de ET, Hoffman mitificó para siempre la bicicleta como vehículo lisérgico por excelencia y vivió en sus propias carnes el primer videoclip psicodélico de la historia.
Ya en su hogar, y aparentemente sólo, Hoffman llegó a temer por su salud mental. La cantidad de ácido que corría por las venas del bendito químico era suficiente como para volver locos a todos los caballos del derby de Kentucky, así que presumiremos que como experiencia piloto, el pelotazo resultó descomunal. Así que después de pensar, según Wikipedia, “que un demonio había invadido su cuerpo, que su vecina era una bruja y que sus muebles le estaban amenazando”, llamó a un médico, que al no saber qué podía estar sufriendo le recomendó acostarse. Tumbado en la cama, el señor Hoffman fue incapaz de dormir durante horas. Pero el temor a la locura se disipó y, en sus propias palabras, “imágenes fantásticas” empezaron a aparecer frente a sus ojos. Después de una maravillosa experiencia extrasensorial, Hoffman consiguió finalmente dormir y despertó, a la mañana siguiente, con una agradable sensación física y psíquica. Aunque se encontraba un poco cansado, el doctor no sintió los desagradables efectos secundarios propios de otro tipo de intoxicaciones (la etílica sin ir más lejos). El eminentísimo doctor salió al jardín de su casa y disfrutó del esplendor de la primavera, el dulce aroma de las flores y de los cegadores rayos de sol. Más tarde, su desayuno le supo “inusualmente delicioso”. Seguramente con restos de LSD todavía en el cuerpo, Hoffman volvió al trabajo con la sonrisa del gato de Alicia en el País de las Maravillas.
Todo esto ocurría en la Suiza neutral de la Segunda Guerra Mundial, que vivía restricciones propias del conflicto (como la de vehículos de gasolina, favoreciendo el uso de la bicicleta), pero ajena, en cierta medida, a la suerte sangrienta que habitaba el resto del continente. Hoffman continuó sus experimentos en un puesto fronterizo de alta montaña. Vistos los efectos que la sustancia provocaba en la mente, el químico pronto pensó en la posible aplicación del medicamento a fines psiquiátricos. Por lo visto, la psiquiatría volvía a tomar reputación en Suiza después del descrédito que le acarreó el auge del psicoanálisis. Con la ayuda de Sandoz, la sustancia pasó a ser bien conocida por el gremio de psiquiatras suizos, pasando a comercializarse, más tarde, como “remedio contra todo tipo de problemas mentales”. De hecho, muchos psiquiatras, como el doctor Humpfrey Osmond, investigaron la posible aplicación de la sustancia a la rehabilitación de alcohólicos con un éxito nunca igualado hasta la fecha: “después de un año, la mitad de los pacientes no habían vuelto a probar un trago”.
Los sesenta cambiarían para siempre la percepción social y política de la sustancia descubierta por Hoffman. Los movimientos juveniles de los años 60 popularizaron el consumo de la sustancia. Los gobiernos occidentales la prohibieron y demonizaron. Hoffman, que había definido esta droga como “medicina para el alma”, sintió amargamente las medidas políticas que se tomaron en contra del LSD, amén del descrédito mediático, impulsado igualmente por los políticos. Aunque admitió que podría ser peligroso en según qué manos. De nuevo Escohotado apunta que la CIA propuso a Hoffman realizar experimentos con la población de países enemigos, líderes como Fidel Castro incluidos. Y supongo que a eso es lo que se refería el bueno de Albert cuando hablaba de “malas manos”.
El humanista (y no estamos hablando de sectas)
El mismo Escohotado siempre ha considerado a Hoffman como un “humanista, además de químico”. Hoffman sentenció que “en la historia de la humanidad nunca ha sido tan necesaria una sustancia como el LSD. Simplemente se trata de una herramienta para transformarnos en lo que supuestamente debiéramos ser”. En 1977, diez años después del verano del amor, Hoffman, que ya contaba con 71 años, compadeció ante una multitud en el aula magna de la Universidad de California en Santa Cruz. Vestía traje gris y corbata. Después de una clamorosa ovación, Hoffman tomó la palabra y sentenció “temo decepcionarles. Quizá esperaban un gurú. En vez de ése se les presenta un químico”. Efectivamente, Hoffman explicó en clave química su trabajo con el LSD y la mente humana. Pero el transfondo de su exposición iba más allá de los límites de la química.
Varios años después, de nuevo en California, Hoffman inauguraba la fundación de libros relacionados con “estados de conciencia alterada” bautizada con su nombre. Con estas palabras comenzaba su speech: “Se preguntarán cómo un químico puede atreverse a tocar el problema filosófico fundamental de la realidad. (...) Pero la realidad se vincula en el habla al mundo material externo, al mundo de la materia, y la ciencia de la materia es la química. A nivel personal, añado que hace precisamente cincuenta años sinteticé una substancia que influye profundamente sobre la experiencia de la realidad”. Efectivamente, debajo de su piel de químico había un convencido humanista. Alguien que iba a promocionar la sustancia que había descubierto por las bondades de su química, no por mera propaganda contracultural.
“Lo necesario es que cada cual busque dentro de sí una experiencia propiamente mística, la experiencia de la vida en su unidad. (...) Llamo místico al maravillarse, a la plenitud de sentido que nos embarga porque sí, quizá ante algo insignificante, a veces, hasta el punto de hacernos llorar de alegría. Mi primer recuerdo de una emoción así viene del final de la infancia, mientras cruzaba el bosque por un camino ya recorrido muchas veces. La percepción rutinaria cedió a una unidad donde la luz, los aromas, los ruidos y las cosas brillaban armoniosamente. Experiencia mística es sinónimo de belleza”.
Con estas palabras se expresaba Hoffman en la genial entrevista que concedió a Escohotado y que fue originalmente publicada en el número 13 de la revista El Paseante y rescatada, varios años más tarde, para el especial de 2002 “Psiconautas ilustres”, de la revista Cañamo. Estas visiones extáticas que Hoffman había experimentado de joven seguramente le determinaron para que aquel 19 de abril protagonizara el primer viaje de LSD oficial de la época moderna. Según él mismo comentó a Escohotado: “hace falta tiempo para prepararse adecuadamente, y más tiempo aún para asimilar la experiencia (de LSD, claro). Habré hecho unos treinta ensayos”. El suizo siempre creyó que la sabia utilización de las drogas que arrojaran “estados alterados de consciencia” podría ayudar a conocer mejor los entresijos de la indescifrable mente humana.
El pasado martes 29 de abril, Hoffman murió de un ataque al corazón a los 102 años. Guasíbilis le dedica cada uno de los post lisérgicos que se publicarán estos días y le desea, como no, un viaje feliz, ahora que para siempre podrá vivir en sus bien conocidas doce dimensiones perceptuales.
martes, 15 de abril de 2008
Chema is dead
Él fue mi amigo, pero seguramente también fue el tuyo. Amasaba televisión infantil de culto a mediados de los 80 y, con el tiempo, muchos de los que fuimos sus seguidores cuestionamos que el polvo blanco que siempre ensuciaba su mandil fuera harina (de la de hacer pan). El pasado jueves 10 de abril, nos dejó para siempre Juan Ramón Sánchez Guinot, Chema el panadero de Barrio Sésamo para nosotros, que ya nacimos en democracia.
Chema, no sé porqué, quedó grabado a fuego en el subconsciente colectivo de mi generación; a diferencia de Ana o el resto de los personajes de carne y hueso que habitaban aquel mágico barrio. En esta santa casa el personaje será para siempre recordado y todas las leyendas urbanas que le rodeen, bienvenidas. A Juan Ramón, que falleció a causa de problemas derivados del cáncer de pulmón que sufría, le tendremos para siempre en nuestro corazón. Descanse en paz.
Por lo que más quieran no se pierdan este par de joyas-homenaje.
jueves, 27 de marzo de 2008
La Españita
En mi retiro espiritual por tierras del Norte, me encuentro con la triste noticia de la muerte del guionista de cine español Rafael Azcona. Logroñés ilustre, escritor entre líneas, cronista de la España pretechnicolor de la posguerra y, también, del cinismo tardofranquista, predemocrático y posdemocrático. En las muchas necrológicas publicadas ayer se insistía en cuatro películas de las muchas en las que participó: El Cochecito, El Pisito, Plácido y El Verdugo; cuatro episodios nacionales, que bien podrían ser seis, ocho o veinte, pero que en guasíbilis dejaremos en cinco.
En El Pisito (Marco Ferreri, 1959), el personaje de Rodolfo, interpretado por el incombustible e insustituible José Luis López Vázquez, se ve obligado a casarse con doña Martina, la dueña anciana del piso en el que vive. La idea es que cuando muera el carcamal, Rodolfo heredará el inmueble y podrá darle a su novia Petrita la vida que se merece. Ésta, lejos de escandalizarse por el compromiso que su novio va a contraer, anima a Rodolfito a seguir adelante con el plan. A él, de todas formas, no le costará hacerse a la vida de casado: trajes a medida, comilonas, copazas de whisky importado en el Pasapoga, cafés con leche y tabaco rubio. A ver si pensaban que encontrar piso en Madrid era más fácil hace 50 años que ahora.
Un año después, y de nuevo bajo la dirección del italiano Ferreri, Azcona dibuja la historia del taciturno don Anselmo (interpretado por el magnánimo Pepe Isbert), un jubilado ninguneado por su familia, que no puede seguir el ritmo de sus amigos (lisiados, mancos, cojos, tullidos), que van a merendar a la sierra montados en sus flamantes cochecitos motorizados para minusválidos. Don Anselmo se empeña en que su familia le compre un cochecito, pero su hijo, el procurador don Carlos, se opone rotundamente. "Los viejos son como los niños, don Carlos. No hay que hacerles mucho caso", le recuerda al procurador el médico de la familia.
Cuando uno oye el título de El Cochecito piensa en automáticamente comedia, en risas garantizadas (que las hay), en una consecución de gags... Pero la realidad de la película, como la de la época, es otra, mucho más oscura e inquietante, tenebrosa y cruel. El final del que Azcona se sentía más orgulloso, el de esta película, fue recortado por las tijeras censoras de un régimen que premiaba la cultura mediocre. Seguro que se preguntan si Anselmo se salió con la suya y acabó yendo a la sierra montado en un cochecito para minusválidos acompañado de su troupe. Para que se animen a verla, de todas formas, diré que la nietísima de don Anselmo es la genial Chus Lampreave (indiscutible icono guasíbilis) y su prometido, cómo no, José Luis López Vázquez.
Sin perder la mala leche, aunque haciendo mayores concesiones a la comedia, Azcona firmó en 1961 el guión de la superior Plácido, dirigida por el valenciano Luis García Berlanga, que desde entonces y para siempre sería el director fetiche de los guiones del riojano. Hace unos años, en mi anterior blog, escribí esta humilde reseña sobre una de las más grandes películas españolas de todos los tiempos. El día de nochebuena, el bueno de Plácido (interpretado por Cassen) tiene que pagar la primera letra de su motocarro. La "ciudad de provincias" en la que vive celebra, además, la campaña "siente un pobre en su mesa". Mientras la burguesía local limpia su conciencia dando de cenar a un pobre en nochebuena, Plácido recorrerá todos los estamentos burocráticos imaginables para pagar la letra del dichoso motocarro.
El resultado de la primera colaboración de los Lennon/McCartney del cine español fue una despatarrante comedia ácida llena de personajes maravillosamente miserables y de muchísimas caras conocidas del cine español de todos los tiempos; entre las que no podía faltar José Luis López Vázquez, en el papel de Gabino Quintanilla, "el hijo de Quintanilla, el de la serrería".
Dos años después, Azcona y Berlanga repetirían colaboración en El Verdugo, otro de los pesos pesados del cine español. Nino Manfredi interpreta al enterrador José Luis Rodríguez, que por una cuestión de olvidos acabará enamorado de Carmen (la recientemente fallecida Emma Penella), hija de Amadeo (Pepe Isbert), verdugo de profesión. Una vez más, a cuenta de un piso en Madrid, José Luis se comprometerá a suceder a su suegro como funcionario encargado de dar el garrote vil a los condenados a muerte. La nueva profesión de José Luis le proporcionará a la familia el merecido piso de protección oficial, además de unas vacaciones en la isla de Mallorca a cuenta del estado. Pero el régimen no "daba duros a pesetas", amigos. Ser o no ser (verdugo), esa es la cuestión.
La Escopeta nacional (1978) fue otra de las memorables colaboraciones entre el director valenciano y Azcona. Con Franco muerto y el país enfrascado en un esperanzador y cauto proceso de renovación democrática, el dúo fantástico no iba a dejar de meter el dedo en la llaga de las miserias morales del país y la clase política, los títulos nobiliarios y la burguesía. José Luis Sazatornil es el empresario catalán Jaume Canivell, que acude a una caza en la finca del Marqués de Leguineche (Luis Escobar) con el único objetivo de conseguir que el ministro Don Álvaro, Antonio Ferrandis, se haga partícipe de su negocio de instalación de porteros automáticos.
Además de un desnudo integral de una joven Bárbara Rey, que luce cuerpo serrano, atada a una cama; sabemos que el marqués colecciona bello púbico de señoritas, que su hijo (otra vez José Luis López Vázquez) es un insufrible pajillero, que los empresarios catalanes, por encima de todo, siempre tienen una prioridad en su cabeza: los negocios y que el destino del país se puede dirimir comiendo perdices entre batida y batida. Si no la han visto no se la pierdan, pueden estar ante el mejor tratado audiovisual sobre el cinismo de toda la historia del cine.
El guionista
Uno se da cuenta, cuando escribe sobre alguien tan grande como Azcona, que es demasiado fácil caer en el tópico. Sin embargo, poco importa la forma que parezcan tomar la palabras cuando todo lo que se pudiera decir sobre este guionista es poco. Al saber de su muerte, uno siente que muere un pedazo de historia. La historia de la que él fue cronista excepcional, en una época en la que la realidad estaba demasiado mal como para ser contada en el cine.
La España de Azcona vivía en la miseria y estaba llena de gente miserable y otra que no le quedaba otro remedio que comulgar con aquello que le imponían los curitas y los señoritos; los dones y las doñas. Pero no se sacan demasiadas lecturas políticas de sus guiones, sino sociales. El pisito y el cochecito, y la copita de anís después de comer, don Pablito, don Julito y doña Martinita, el cotidiano cigarrito rubio y el purito de las ocasiones especiales son los símbolos de unos años en que las desigualdades eran tan grandes que, para unos o para otros, podía resultar de mal gusto hacer bromas al respecto. La España de Azcona lo era en diminutivo, porque era de pueblo y el color negro imperaba sobre todos los demas, y porque había que tener sentido del humor para aguantar sus miserias. Su cine, ahora en crísis, ha perdido a su más grande guionista. Espero que los que aspiran a sustituirle se encarguen de mamar de sus películas. A lo mejor así alguno logrará llegarle a la suela de sus zapatos.
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