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Mi mujer siempre me calmaba diciendo que eran sueños nada más, que no tenía que preocuparme.
Pero yo me preocupaba. La intensidad de las llamas era tal, que algunas noches podía sentir el calor en la piel, aproximándose a mi cuerpo.
Aquél invierno estaba siendo especialmente duro. Nevadas y un frío helador que obligaban al ciudadano a calentarse la casa como fuera. Calentadores y estufas trabajaban a destajo, a veces incluso por encima de sus posibilidades, lo que había provocado en más de una ocasión incendios accidentales, con resultados lamentables. La televisión esos días no hacía más que informar sobre estos trágicos sucesos, llamas que irrumpían en la noche para despertar o dormir para siempre.
-Amets cariño, estás impresionado, eso es todo. ¿Quieres hablar con alguien del tema, para que te quedes tranquilo?
Mi mujer, Sua, hacía lo posible por animarme y restarle importancia a estas pesadillas, que me gobernaban y empezaban a dominarme. Durante el día había momentos que transcurrían tranquilos. En la editorial donde trabajaba me distraía con los pedidos y con el diseño de las portadas de los libros, pero hasta eso fue cambiando progresivamente. El recuerdo de mis sueños me atormentaba y a medida que la oscuridad se apoderaba del día mi inquietud comenzaba a aumentar.
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Mi trabajo se vio repercutido, los dibujos que elaboraba para los libros, en su mayoría infantiles, se habían tornado siniestros, llenos de sombras amenazantes y de un fuego que se intuía, como una fiera a punto de saltar a por su presa.
Tenía miedo de la noche, miedo de soñar. Aunque me sentía tranquilo cuando Sua estaba conmigo porque ella siempre intentaba sosegarme. Era mi bálsamo. Aunque no entendiera muy bien lo que me pasaba, estaba ahí para despertarme y recordarme que todo era un mal sueño.
Pero tres días a la semana, ella se tenía que ir; trabaja en una firma de cosméticos y estaba en plena época de campaña, viajando por todo el estado.
-Me quedo contigo, les diré que estoy de baja, que me encuentro fatal…
-No no, de verdad, estaré bien, no te preocupes.
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Las noticias de incendios en las casas empezaron a aumentar, y se temía que no fuera solo a causa del mal estado de la instalación eléctrica. La duda se instaló en mí como un parásito que me corroía por dentro, que invadía mis pensamientos, que enturbiaba mi alma, mi conciencia.
¿estaba yo provocando los incendios?
De qué forma maligna estaba involucrado, ¿había relación entre lo que soñaba y lo que estaba pasando?
¿Era yo, sin saberlo, un pirómano?
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Soñaba de nuevo, llamaradas incontroladas se apoderaban del espacio, se acercaban, sentía el infierno a mi lado, avanzando y el ruido era insoportable y el olor, era tan real….
Abrí los ojos de repente, de par en par, no podía creer lo que estaba pasando. Todo mi cuarto ardía, las llamas me rodeaban, las cortinas, la mesa, la cama empezaba a combustionarse, no había salida!
Miré a la puerta y allí la vi.
Mi mujer, detrás de las llamas, con una mirada diabólica, sostenía un bidón de gasolina.
- Amets cariño, quien sueña con fuego, acaba quemándose.
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