(Nacido en Democracia #05, 2ª Temporada)
Una pesada sombra cae sobre la vieja Europa, esa huraña dama que pega a sus hijos y no reconoce a sus vástagos más allá de su relación matrimonial con el capital. Aquella noche Gloria y un servidor habíamos quedado con Mar. La encontramos esperándonos, y juntos cruzamos desde Callao al otro lado de la Gran Vía, parloteando sobre donde echarnos unos potes. Entre la fauna que puebla esa arteria de más de cien años de edad, se encuentra lo más granado de la estampa madrileña: putas, los hermanos heavys, el señor que vende poemas, los chinos y los limpiabotas; el Dunkin’ Donuts, el Starbucks, el Paraíso del Jamón y todas las cadenas del mundo.
En medio de los que iban y venían observamos una chavala en cuclillas con una bandera de Australia, unas velas, un bafle enorme, y un tablero de ajedrez. Al quedarnos los tres viéndola, comenzó a hacernos gestos, proponiéndonos que jugáramos con ella. Mientras discurríamos la situación, un chaval joven se situó como otro “player”. Arrancó la partida con una furia inusitada. Resultó ser el combate de boxeo mental más espectacular que he visto en mi vida. Las piezas caían una tras otra. Cada vez más gente se arremolinaba para ver la contienda. En unos carteles escritos en inglés, aclaraba que tenía que recaudar pasta para ir a ver a su madre en Madagascar, que era la campeona del instituto, pero que no jugaba por pasta, que la pasta era voluntaria de quien quisiera ayudarla. La tía conectó un Ipod al bafle y comenzó a pinchar rock. En el último momento remontó la partida, y cuando estaba arrinconada supo reaccionar, concentrarse y vencer. Los aplausos se sucedieron con admiración.
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El otro día me acordé de las veces que vimos en la videoteca de la facultad “El Secleto de la Tlompeta”, cuanta verdad necesaria encontramos y recabamos en los momentos surrealistas para poder enfrentar una realidad tan absurda.
(Nota: Demian ha abierto su propio blog, visiten sin falta La Ciudad a Poniente)