jueves, 24 de enero de 2008

Vacaciones en Ice Haven

Como estaba un poco harto de todo por aquí, decidí pasar una temporada en Ice Haven, en el corazón de los United States. La experiencia fue corta, pero bastante intensa. Tanto que acabé repitiéndola en cuanto tuve oportunidad.

Si no fuera por un estúpido monolito al que los locales llaman “nuestro amigo”, Ice Haven bien podría ser cualquier otra ciudad americana. Así que mejor no me pregunten qué fue lo que me gustó del sitio. Para serles sinceros todo resulta bastante triste. Especialmente sus habitantes.

Y no me refiero sólo a los adolescentes, que como ya sabrán siempre andan quejándose miserablemente de esto y de lo otro.

La mayoría de personas que conocí no eran más que capullos integrales. Pobres desgraciados con delirios de grandeza. Presuntuosos, infantiles, solitarios, vacios y profundamente infelices.

Hasta los críos parecían tristes y apáticos. Como si alguna fuerza invisible les hubiera succionado sus almas de niños.

Durante el tiempo que estuve allí, uno desapareció.

Unos investigadores vinieron a buscarle. Entonces comí el mejor filete de langosta y las mejores puntas de espárragos que he probado en mi vida. Del postre, mejor no les cuento nada.

En cierto sentido creo que me sentí algo identificado con los habitantes de la ciudad. Síndrome de Estocolmo, tal vez. Pero el caso es que llegué tan descansado y contento a casa que tuve que volver tan pronto como pude. Y lo haré otra vez cuando lo crea conveniente. La verdad es que Ice Haven da tanto asco que me hace sentirme menos solo. Se lo recomiendo encarecidamente como destino vacacional.


Publicado en formato apaisado y con tapas duras (todo muy, muy bonito), Ice Haven es una obra de Daniel Clowes. Seguramente le recuerden de otras novelas gráficas como Ghost World, David Boring o Un guante de seda forjado en hierro. Si pueden, no se la pierdan.

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