martes, 4 de marzo de 2008

1. Los partidos políticos (I): la guerra de los candidatos clon

La tendencia parece ser clara. El gobierno del Estado ha quedado reducido a dos alternativas, que presumiblemente se perpetuarán hasta el final de los días.

¡Segundos fuera!

En el rincón derecho de los conservadores se encuentra el Partido Popular, actualmente en la oposición. El PP cambió su nombre en 1989, previamente había sido Alianza Popular, fuerza política fundada por el ex ministro franquista Manuel Fraga en 1976. Durante dos legislaturas consecutivas (1996 – 2004) fue el partido en el gobierno; ha sido el primer partido de la oposición desde 1982 hasta 1996 y, en la última legislatura (2004 - 2008). Su candidato, el aspirante Mariano Rajoy Brey viste calzón azul es gallego y tiene 52 años (cumplirá uno más a finales de este mes). Fue designado presidente de su partido y candidato a la presidencia del gobierno por sus sucesor José María Aznar López, que en 2004 abandonó por decisión propia la presidencia del gobierno y de su partido (actualmente es presidente de honor del PP).

En el rincón izquierdo de los liberales, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE para los amigos) presenta a su candidato José Luis Rodríguez Zapatero, que defiende el cinturón de presidente del gobierno. Zapatero viste calzón rojo, es leonés nacido en Valladolid y tiene 47 años (uno más en agosto). Ha sido secretario general del PSOE desde 2000, cuando derrotó a José Bono por 9 sufragios en las votaciones correspondientes al 35 Congreso Federal de su partido. En 2004 fue elegido presidente del gobierno español por mayoría simple. El PSOE fue fundado en 1879 por Pablo Iglesias. Después de cuatro décadas de ilegalización durante el franquismo, retomó la actividad política legal como primer partido de la oposición en las primeras elecciones democráticas al Congreso y al Senado, después de la dictadura, en 1977. En 1982, su candidato Felipe González Márquez consiguió la presidencia del Estado Español con mayoría absoluta. González permanecería en el cargo hasta 1996, después de dos reelecciones con mayoría absoluta y una con mayoría simple.

Echando un vistazo al panorama político de otros estados con democracias liberales mucho más antiguas que la nuestra, lo lógico sería pensar que estás dos fuerzas se alternarán en el poder, mientras el sistema político siga siendo el mismo. La pregunta es si los dos partidos, con historia y bases electorales tan diferentes, representan ideas (que no ideologías) igualmente diferentes, en el año 2008. ¿Existe una verdadera diferencia de programa, o la elección entre un partido u otro no es más que la preferencia entre los colores de los calzones de los candidatos? ¿PSOE y PP son partidos (con ideología) o marcas (con imagen de idem)? Y, más importante, ¿cuánto tiempo queda para que los dos candidatos de los dos partidos principales sean los clones Fernando González y Gonzalo Fernández?

Hoy, como ayer, dejaremos que Futurama ilustre la actualidad política.



Anoche, los púgiles de los calzones rojo y azul se enzarzaron dialécticamente en el segundo debate de las elecciones de 2008. Entre reproches, típicas acusaciones de “eso pasó en tú gobierno y no en el mío” y muchos (demasiados) cartelitos explicativos; los candidatos Zapatero y Rajoy dejaron al televidente medio y neutral con una insondable sensación de vacío. Ayer dibujábamos ese argumento al final de la introducción: los dos partidos más votados imponen sus reglas al juego democrático. Hay debate si ellos quieren y, por supuesto, bajo sus condiciones. El color del escenario, la mesa, los planos, los innecesarios moderadores (que bien podrían ser moderadores bot). Los políticos no saben o no quieren improvisar. No son espontáneos, sino artificiales. Podrían repetir cada palabra de cada una de sus intervenciones. Pero esa imagen es la que ellos, o sus directores de campaña, desean. La espontaneidad y el discurso innovador, para los partidos minoritarios. Y éstos, claro está, mejor fuera de los debates. Porque las reglas de un debate a seis u ocho partidos no se pueden pactar tan fácilmente y los señores del calzón rojo y azul no están dispuestos a jugar a lo imprevisible.

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