miércoles, 25 de junio de 2008

VHS


Hace unos meses, mi amiga Panotxa nos intentaba convencer del valor de su vieja colección familiar de cintas VHS. En un momento de la conversación me pidió ayuda, tal vez pensando que como nostálgico congénito me iba a apiadar del formato en el que vimos las grandes películas de nuestra infancia. Sin embargo, en un arrebato de estupendismo, le negué mi ayuda. Argumenté que mientras los vinilos (formato sonoro que defiendo a muerte) tenían mayor calidad sonora que los cds, portadas enormes para fijarse en los detalles más minuciosos y ese momento mágico en que colocamos la aguja sobre el surco de plástico; el VHS no tenía nada por lo que merecía la pena ser recordado.

Para empezar, el BETA (formato de video casero comercializado por Sony a mediados de los 70) tenía mayor calidad que el VHS; pero los consumidores no supimos elegir. El BETA permitía, por ejemplo, regrabar una cinta millones de veces sin perder un ápice de calidad. No en vano, BETA fue el formato elegido por los profesionales de lo audiovisual, y sólo el formato digital ha conseguido relegarlo de televisiones y productoras. Sin embargo, los usuarios domésticos nos tuvimos que conformar con el VHS, cuya cinta se jodía la quinta vez que grababas encima, la calidad de imagen era una broma, igual que la del sonido y habían de ser rebobinadas. Personalmente, odiaba pasarme cinco minutos (o díez) delante del video, viendo como caían los minutos, esperando que la puta cinta acabara de rebobinarse (nota para los nacidos a partir del 90: rebobinar era el proceso que devolvía la cinta magnética de un videocassete al principio).

Le dije a la Panotxa que se dejara de hostias y abrazara de una vez por todas la revolución digital. "¡Toda tu colección de cintas en unos cuantos DVDs, sin niebla inoportuna, ni el engorro de rebobinar! ¡Bienvenida al siglo XXI!"

Visionando Be Kind Rewind (Rebobine, por favor en España), la nueva película del director de cine francés Michel Gondry, recordé irremisiblemente a mi amiga y su sentimental apego por el VHS. La acción transcurre en un viejo videoclub (llamado, precisamente, Be Kind Rewind) sito en la ciudad suburbana de Passaic, Nueva Jersey, que todavía no ha migrado su catálogo VHS a las nuevas tecnologías digitales. En un golpe de mala fortuna electroestática, todas las cintas del videoclub quedan borradas. Así que los culpables del desastre, Mike y Jerry (Mike ha sido dejado al cargo del videoclub por el dueño, Mr. Fletcher), tratarán de compensar el desastre regrabando los videocassetes con sus propias versiones de clásicos como los Cazafantasmas, Robocop, Cuando éramos reyes... Proceso artístico que ellos bautizan como suecar películas (sweded en el original).

Sin tener la carga de profundidad, ni la calidad del conjunto de los dos últimos filmes del realizador francés (Eternal Sunshine of the Spotless mind y Science of Sleep), Be Kind of Rewind es una película con mucho cine y muchos telones de fondo. La peli habla del amor por el cine, el dilema propiedad intelectual, la perversa industria y el incomprendido público. Y, por otra parte, de la pérdida de identidad de las ciudades, sus habitantes, edificios y sus comercios, en beneficio de la machacona globalización, que todo lo homogeneiza (o del placer de rebobinar una vieja cinta VHS o el de devolverla al videoclub sin haberlo hecho). Un discurso (un tanto edulcorado, todo sea dicho) que he interpretado, entre otras cosas, como una defensa de la identidad (personal y grupal).

Paseando a Miss Farrow.

Por eso, viendo Be Kind of Rewind, pensé en mi amiga Panotxa abrazando su estantería llena de cassetes VHS; devolviendo a la vida las cintas que le descubrieron muchas de las grandes películas de su vida. Por qué iba a tener que deshacerse de toda su colección de VHS de Woody Allen o de la cinta de Dirty Dancing, casi gastada por completo, que veía todas las navidades junto a sus hermanas. ¿A quién le debería importar la calidad de la imagen y el sonido, el espacio que ocupa o los diez minutos que tarda en volver hacia atrás, si esas cintas están grabadas con el cine según uno lo ha concebido siempre? Luego pensé que no es tan absurdo, al fin y al cabo, querer conservar todo eso y aspirar a que las cintas sigan formando parte de tu vida en sucesivas reproducciones. Por eso nunca me volveré a poner en contra de alguien que defienda su colección de VHS y creo que le debía una disculpa a mi amiga...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay qué decir…aquí pinta pèrfecto aquello de más vale tarde que nunca, y además públicamente! no puedo estar más contenta.
Y es que el VHS es lo que tiene, yo no podría haberlo explicado mejor, esos cabezales siempre sucios guardaban la historia, y las pequeñas historias, de nuestra infancia y adolescencia. Todas aquellas mujeres de mi generación y anteriores que tuvimos nuestro despertar sexual (quien lo niegue miente como un abellaca) con la ya citada “Dirty Dancing”. O las versiones bizarras que dieron lugar la dictadura y el doblaje (peligrosa combinación) como la mítica “Mogambo”.
Los recuerdos quedaron plasmados en las ahora obsoletas cintas VHS, gracias a todas esas películas que echaban en la tele de entonces y que mi madre (gracias mamá)se preocupaba de grabarlas , con logo y todo (quién recuerda la flor de Telecinco?)
Hay un tesoro analógico esperando a ser considerado como tal.
Gracias Lutxo por estos arranques nostálgicos que tanto nos gustan.
Un besazo
Panotxita

lutxo dijo...

y es que, encima, seguro que tu madre era de las que grababa esas cintas con el dedo pulgar encima del botón del pause para evitar los molestos anuncios...

otro beso para tí, Panotxa, y un recuerdo a Patrick Swayze (se escriba como se escriba), cuya cara de mármol adornó tantas carpetas de estudiantes de instituto de los 80.

Anónimo dijo...

je je je así era.. encima mi padre nuca aprendió donde estaba el jodido botón del pause!

PD: muy guapo el post 53 american black!en verdad no eché en falta a ninguno...si acaso y por sacar punta, a Sidney Poitier primer actor negro en ganar un oscar...

un peto (muxu bat)

lutxo dijo...

jeje...

mierda! sidney, cómo se me pudo olvidar!

muxu!

El Txarro de las Calaveras dijo...

Bueno, las cosas a veces se conservan estrictamente por su valor, sentimental o evocativo. No tengo apego por ningún vhs de mi casa y eso que hay muchos, como la cinta de Sólo en casa que habré visto trillones de veces cuando era pequeño, recuerdo que venía en una colección junto con el Silencio de los Corderos, asi que muchos SEGURO que tenéis ese primera entrega.
Lo que si tengo apego es por mis cintas, las TDK de toda la vida, donde está grabado mis inicios como seguidor, y los inicios en general de, en este caso, el hip hop en este país. Esas maravillosas cintas que se distribuían mano mano, por toda la península, donde un dos pletinas era imprescindible y valiosísimo. Ya no hay casi pletinas, sino conexiones USB, que también están de puta madre, pero yo necesitaré siempre tener un equipo con pletina para escuchar esas mágicas maketas con sonidos más propios de psicofonías de fondo, que de instrumentales...