sábado, 23 de mayo de 2009

TOMMY GUN II por Demian


Sí, lo sabíamos, sabíamos que algún día lo pagaríamos. Y si alguien me dijera hoy que tengo la oportunidad de volver al pasado y cambiarlo no lo haría. Cada uno a su ritmo va poniendo lo que puede por sobrevivir en esta jaula en la que estamos metidos. Viajar en tren es siempre una aventura llena de emociones. Con el walkman alimentaba mi inquieto espíritu. Por aquel entonces escuchaba los discos enteros. Por desgracia, hoy día he caído en el vicio del single y he dejado de hacer cintas recopilatorias. Hay que asumir que la música, digitalizada, jamás podrá sustituir aquellos enriquecedores momentos.

Algún colega me había metido en la cabeza la absurda idea de que Euskadi estaba llena de plantaciones silvestres de Marihuana. Y claro yo que no sabía nada me lo creía todo. Así al que llegar a la cornisa cantábrica en aquel lento Tren Estrella, tras haberme puesto bien de canutos en el parón de enganche en la bucólica estación de tren de Miranda de Ebro, iba completamente enloquecido viendo pasar tanto verde. Mis ojos, acostumbrados a ver palmeras, desierto y bancales de hortalizas se aturdían con tanto verde. Claro que no había marihuana tan a la vista. Era la emoción o simplemente el aturdimiento que provocaban tantas horas de trayecto, no está claro.

Cuando el vagón de metro paró su marcha mientras los orcops golpeaban la puerta casi me meo en los pantalones. Un frío sudor me recorrió la nuca. El estómago se encogió al tamaño de una nuez y casi me pongo a gritar. Pero en aquel preciso instante, para sorpresa de propios y extraños, aquel convoy del Metro de Madrid se puso en marcha.

No acababa de creérmelo y los antidisturbios tampoco. Al principio alzaron las manos y berrearon, para acto seguido poner los brazos en jarra como esperando que el conductor parara máquinas para poder liquidarme. Todo el mundo estaba expectante. Sin embargo, el vehículo se puso en marcha y alcanzó su velocidad de crucero mientras, desesperados, los orcops se desesperaban tratando de hablar por el walky, exclamando, blandiendo sus porras contra la puerta. Cuando atravesamos el primer túnel a plena velocidad comencé a sentirme a salvo. Incrédulo, me levanté, me hice el nórdico. Los pasajeros fueron poco a poco dejando de prestarme atención, y tras el estímulo, la inopia volvía a apoderarse de la situación. Tuve la dudosa gallardía de sacudirme la ropa con dignidad, como quien se levanta con toda dignidad tras tropezar sin querer.

De todas formas, a estas alturas, uno ya sabe que mucha gente piensa que todo esto lo vivimos como si fuera un deporte de riesgo. Otros piensan que sencillamente estamos aburridos. Otros que somos malos y violentos, unos cuantos que somos sólo tontos, algunos todo esto a la vez. En realidad, alguien dijo alguna vez que todas las causas eran la misma y muchos lo creemos; unos cuantos a lo largo de la historia han actuado en consecuencia y, en memoria: por ellos, todos nosotros, seguimos luchando.

Madrid es una ciudad que resume, en cierta manera, la esencia de los pueblos que moran la Península Ibérica. Nadie es de madrileño como nadie es español, eso te sientes más que serlo de verdad. En la capital hay un pueblo tras otro, puestos uno junto al otro resultan una unidad indefinida más que por un marco administrativo. Madrid está cohesionada gracias a curiosas menudencias, como la forma de servir la caña con tanta espuma. Coincido con mi malacitano amigo Pablo, tiene gracia al principio, pero luego luego termina cansando. Como me fui a estudiar al norte, del asunto de las tapas no tenía mayor conocimiento. Me deleité tanto con los pinchos como ahora con la gratuidad de ciertas viandas.

Al llegar a Bilbao por segunda vez con la habitación en un piso compartido por primera vez, con la experiencia a cero. Esta vez con tanto temor a cagarla que nada más bajar del tren me pillé un taxi, todavía existían las pesetas. Aterricé con mi maleta de discos compactos, casetes y posters de Iron Maiden y Deep Purple. No era capaz de visualizar a donde iba a ir a parar, y en realidad no tuvo demasiada trascendencia, aunque esta vez también sería en lo alto de una colina.



lunes, 18 de mayo de 2009

Gente Guasíbilis

lutxo:

Cuando llegué a Bilbao, en busca de la utopía socialista de la que tanto hablaban los noticiarios esos días, no encontré a Patxi ni a Arantza esperándome en lo alto de la estatua del Sagrado Corazón. Intentando encontrar aparcamiento por San Mamés, caí en la cuenta de que el único rojo que me encontraría iba a estar acompañado del blanco; en las banderas que colgaban de los balcones, en las bufandas que vestían los matrimonios paseando a los niños por lo viejo, en los pintxos de algún bar, en los vestidos de novia de los escaparates.

Cuando intenté hacerme el listo tomando aquel cruce hacia la derecha en Basurto, acabé en Zorrotza, y al enfilar mi rumbo otra vez hacia la ciudad, apunto estuve de ser devorado por un par de autobuses urbanos. Nota mental: por muy bien que te conozcas una ciudad andando, no eres nadie a los mandos de un vehículo si llevas años sin circular por ella.

Cuando, por fin, encontré un hueco para mi carro en el barrio de Irala, no entendí la línea verde pintada en la calzada, así que pregunté a una chica que paseaba en la mañana luminosa y frenética del sábado. Tras la breve conversación, una señora alzó su voz aguda y ronca desde su ventana, en un tercer piso: "¿qué le has preguntau a esa?". Y la señora me tranquilizó, pues mi coche estaba aparcado junto al de su hija y, si pasaba allí el resto del fin de semana, no tenía porqué preocuparme, porque ella ya lo iba a vigilar por mí. Entonces supe que ya había encontrado justo lo que andaba buscando desde un principio. Y yo sin saberlo. Había vuelto a casa.

iratxo:

Aquel día, desperté un par de horas más tarde de lo que debía, habiendo decidido faltar a clase, en cuanto sonó el despertador. "Hoy, quiero soñar" que vuelvo a casa, que vuelo años atras. Solo tenía que disfrazarme y creermelo. Y cuando ella me preguntó que por qué iba tan guapo y elegante, no supe responder más que: "porque sí". Me esperaban once abrazos esperados, esperadísimos, de gente tan guapa y elegante, soñadora y voladora, sonora y faltona, como yo, o más.

"Jaunak, Someran gaude".

borja:

Dos buenas noticias me abordaron simultáneamente en el exilio y una era la fecha mi repatriación. Esa noche soñé con ello, fueron doce horas en las que todos esos recuerdos se fundieron en una gran figura hecha con retazos pequeños pero de brillo intenso. Un monstruo metálico con cientos de televisiones alojadas en su pecho, miles de imágenes sucediéndose en bucles cada vez más cortos. Y lo que para cualquiera hubiera sido una pesadilla me sumió en lo mas profundo de la comodidad de un sueño.

Desperté, estaba en otro lugar. Era una habitación pequeña con techos altos, como una madriguera acolchada de hobillos y hojas cálidas en la que estas en la más profunda de las comodidades. Estaba cansado, pero sabía que eso no iba a ser ningún impedimento para lo que me esperaba, lo que me proponía realizar y disfrutar aquel día. Un día plagado de gigantes, dragones, peleas de enanos, banquetes, buenas trompetas y los gusanitos de la tarde y.....amigos, todo ello acompañado de los más renombrados bandidos del reino. Sin duda... mejoró al sueño.


txarro:

Nunca una espera en Termibus fue tan dulce. Especialmente si esperas a Loko Tatxeli, imaginando la nueva forma que habrá tomado su bizarro vello facial, sabiendo que la hospitalidad nos esperaba en Soloko aliñado con llegada a última hora del cuarto elemento que predecía alargar la noche. Dicho y hecho, aquella noche fue como un deja vu real evocador de otras noches que entre gotas de thc se dejan recordar.

El día siguiente lo esperaba con cierto nerviosismo, como cuando los niños se levantan en reyes para saber que caprichos se han satisfecho. Esta vez se portaron muy bien, 11 caprichos se juntaban otra vez. Han pasado muchas cosas en las vidas todos que merecerían ser contadas, pero todo eso pasó rápidamente a un segundo plano para dar paso a la creación de más historias y más experiencias, era tiempo de aprovechar el momento.

Ya lo comenté
en este mismo blog cuando Demian se casó, allí he conocido a las personas más maravillosas del mundo y me encanta que pase el tiempo y a la vuelta, es como siempre.

demian (autor de las fotos... menos las que sale él, claro):

Fue Nietzsche el que dijo no sé que del eterno retorno. Llegué a la Estación de Autobuses de Avenida de América la media hora antes de rigor para hacerme un maiquel, curiosamente por los alrededores del que fue mi barrio en Madrid, La Guindalera. Ese día por la mañana había rendido menos que tras una resaca de patxarán. Los nervios se transformaron en emoción al contacto del humo con mis pulmones. El autobus cayo sobre el Botxo sobre la medianoche.

Por supuesto que caminé desde Termibús hasta Soloko, con el sirimiri empapando mis ropas, pasando por Pozas, por la Gran Vía, los que iban, los que venían, algunos trapos rojiblancos ensuciando las fachadas. Las mismas caras, os conozco a todos, cada baldosa, y en la luz de las farolas miles de ilusiones convertidas sueños que parecen ficción. Tan conocidos y ahora, como si la C.I.A y los jodidos extraterrestes me hubieran abducido, tal ajenos.

Subí las escaleras que conectan Iturribide con Soloko de la misma forma que el fulano que coronó por primera vez el K-2. Y al abrirse ese portal, por el que entré y salí, solo y acompañado, contigo y sin tí, pero siempre con el espíritu que hoy me lleva a escribir estas palabras. Allí...Hermanos, Camaradas, y luego...Todo fue lo que tuvo que ser, la mala virgen de la camarera, la txozna, meando en la ría frente a un antiguo puesto de trabajo. Tocamos una orquesta y al final todo se disolvió como todos los buenos orgasmos. Di algunas puntadas sin hilo al días siguiente que me debía. Un abrazo, una despedida...Y es que señores ya habíamos hecho historia.


illán:

Tras poco menos de tres horas de viaje, me planté en Bilbao. Dejé el coche en Miribilla y paso a paso me fui dirigiendo hasta la calle Somera. Miraba a cada lado y me di cuenta de que la vida a ambos márgenes del Nervión tampoco había cambiado tanto.

Encaré Somierda -ese nido de pijipis- y esperaba encontrarme con algún que otro compañero del metal. ¿Qué tal? Pues muy bien, como no podía ser de otra manera un grito se oyó a pocos metros de mi: ILLÁNNNNNNNNNNNNN. Era el tío Lutxon que había llegado minutos antes a Bilbao y se adentraba en el día más emotivo y más largo del año con un zurito y un vistazo a la prensa. Como no, le acompañé.

Solokonletxe nos esperaba. Subimos en el ascensor locuelo y llegamos a "nuestra casa".

A partir de ese instante, todo fue emotivo. Recuerdos, paseos, chicas guapas y saber estar. Risas, bizarradas y sudor, mucho sudor.

Cada golpe de vista era histórico. Cada movimiento, una fiesta. Cada cachi, un cachi. Y cada bar, calle, restaurante y bilbaíno, se dejaba llevar por los colores rojiblancos de una religión que apesta.

Entre saludos a gente que habias perdido la pista en una noche de luna llena, pasaban las horas. Señores con txapela, gorras de chulapos gitanos,sombreros elegantes, pajaritas, camisas marca bi bi bizar y demás seres pululaban por la vieja villa con una idea clara: reencontrarse y mirar al futuro. Una fiesta que será recordada en los anales de la historia bilboetarra. Entre Hermanos, Camaradas y Amor se cerraba una fiesta que será la primera de muchas más -por lo menos eso creo y quiero-.

Nota: Todavía no probé el Mortadelo.

iratxo:

En la mesa, en la foto, empezando por la izquierda y hacia el fondo pallá y vuelta pacá por la derecha, los siguientes:

... uy, que no me acuerdo...

Me alegré de que, por fin, al ver la carta mal escrita en castellano, y no, como casi siempre, hasta el punto de ni siquiera sorprenderte, mal en euskera. Y así, no fueron almejas, si no codornices, lo que sirvió aquella bella dama (con mala uva bien justificada -hago la pelota, por si lee, y un beso, de paso-), junto a las fabes. Invitación a volar, sin duda, autopropulsionadamente.

Entre los bares posteriores al postre, hubo unos no lugares, unos no haber pisado jamás antes, esos espacios que tan cerca estuvieron durante años (yo viví ahí, y nunca lo viví), ese roce al pasar tan cercano pero tan efímero que tantas posibilidades se llevó consigo al no pausar el paso y levantar la mirada del suelo. Lo hicimos: abrimos aquellas puertas, y pa'dentro.

Hasta que llegó la noche...

(voto porque sea el Iosuah quien describa el concierto)



martiperry:

Y después de los cubeles.... el kontzertu, una sagrada tradición, una liturgia que junto a los Katxis y txoznas forman la santa trinidad de la eusko-party. No podía haber un grupo más apropiado ni simbólico para esta ocasión: los recién formados Bilbomatiks, hijos de "Bilbo goes ska!", el Programa, con mayúsculas, el espacio que nos transmitió la gripe jamaicana. Una infección que corrió como Usaín por nuestros organismos ávido de tropicalismos.

El caso es que ocupamos las primeras filas y nos dedicamos a amargar la noche a un pobre hombre que se creía que estaba viendo la ópera. Nos convertimos en el azote de la chavalería: enpujones, bailes, enpujones, subidón y calor, calor...empujones, pogo... mucho calor... Y de repente, después de unos gloriosos temazos... se acabó el concierto. ¿El resto? un par de grupos de mierda. la noche tiró pa lante cual speis dokey y nos sumergimos en Bilbi, y la anfeta ribera... creo que Epi todavía no ha dormido...
Ai ama!

iratxo:

Cuando abro los ojos, me cuesta ubicarme. Tengo una manta encima, estoy tumbado en un sofa. He dormido solo, hoy también. En fin. Peor podía haber sido, quién sabe con quien tendría que haber compartido manta...

Pero, ¿cuándo narices me dormí? Recuerdo que había mas gente en este salón, en alegre conversación, cuando todavía quedaba algo de noche en las copas. Tampoco me duele tanto la cabeza. Bien.

No las despiertes, Illán, vamonos a desayunar con quien esté ya despierto. Solo, con leche, y cargadito, por favor.

Algunos ya han emprendido el viaje de vuelta. Otros conversamos la mañana, deshidratadamente, de cuánto nos alegramos de que vayan bien las cosas, que vayan, y que sigan yendo, noranahi, dondequiera.

Besos, abrazos. Nos volveremos a ver. Porque, repetiremos, seguro, aunque volvamos a quedarnos dormidos,
sin saber como,
sin saber por qué,
sin ti,
singorina.

Larga vida a la gente guasíbilis