miércoles, 9 de febrero de 2011

Una galaxia no tan lejana

“Life just isn't like the movies, is it? We're constantly led to believe in resolution, in the establishment of the ideal status quo, and it's just not true. Happy endings are a myth designed to make us feel better about the fact that life is just a thankless struggle.” Tim Bisley

No seguir adelante con una tercera temporada de Spaced probablemente ha sido una de las decisiones artísticas más coherentes en lo que llevamos de siglo. Spaced es la perfecta serie de culto, y ni siquiera le hubiera hecho falta una segunda temporada para ostentar este título. Sus creadores –astutos cineastas que supieron ponerse en el papel de su audiencia- ya consiguieron ese logro con el séptimo y último capítulo de la primera temporada.

Con el discurso que encabeza nuestro post, extraído de ese mismo capítulo, el triángulo formado por Simon Pegg, Jessica Stevenson (actores protagonistas y guionistas) y Edgar Wright (director) consiguió cuadrar el círculo del producto de culto destinado a gente de nuestra clase y condición. Xabibenputa describía a la perfección el tipo de personas a la que me refiero, en un post bien reciente, cuando se refería a “cierto aspecto asqueroso de mi mismo y de mi generación: La vida real no nos gusta y decidimos no tener una”.

La idea no es nueva, pues también la utilizó Palahniuk en El club de la lucha: “Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. (…) Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos”.

No estoy tan seguro de que haya una relación clara entre lo que Benputa y Palahniuk trataban de explicar, pero yo he querido ver al menos cierto paralelismo entre sus palabras y el discurso que Tim soltó a Daisy en el pub, después de comprobar que sería imposible reavivar la llama del amor con la chica que le había roto el corazón. En ese momento final, Tim pone negro sobre blanco la idea espiritual de Spaced, una sitcom sobre jóvenes que viven una existencia que no es la de ellos (porque es una mierda), sino la de los protagonistas de esas películas, discos, tebeos y programas de televisión que alguna vez les hicieron sentirse especiales.

Concebida como una mezcla entre “los Simpsons, Doctor en Alaska y Expediente X”, Spaced cuenta la vida de Tim Bisley y Daisy Steiner (dibujante wannabe y escritora wannabe, respectivamente), dos amigos post-adolescentes sin vivienda perdidos en el tránsito a la madurez, que tienen la folla de encontrar un piso cojonudo, a un precio más que razonable, en una bonita casa del Norte de Londres. Con una única pega, para acceder al alquiler tendrán que hacerse pasar por pareja (como en esa película sí, Matrimonio de conveniencia).

Rodada en formato cine y de forma exquisita por el director de Scott Pilgrim Vs. The World (el tipo ya prometía), Spaced no deja de ser un producto similar a los que Kevin Smith nos entregó a principios de los 90, sustituyendo las bromas de tetas y culos por finas dosis de humor inglés. Aquí también hay homenajes a la Guerra de las Galaxias, excepcionales líneas de guión, videojuegos, porros de yerba y un universo único de personajes impagables: el loco por las armas que no pudo entrar en el ejército (al menos en el que cuenta) y que intentó invadir París con un tanque, la niñata estúpida que trabaja en el mundo de la moda (una lavandería), un artista pretencioso, un perro listillo, una casera alcohólica y su rebelde hija adolescente, de la que poco sabemos más que el nombre.

Pero además, un discurso que debería sentar como un puñetazo de realidad en la cara de su entregada legión de fans, pues nos recuerda eso tan cierto de que la vida no es como las películas y que los finales felices son un mito. Un discurso que ya coronó a la serie como referente para una generación, la nuestra, que hemos vivido semanas en el motor de un autobús, hecho nuestras frases que habíamos oído en alguna película y visto nuestra vida como una extensión de alguna novela gráfica de Peter Bagge. Después hubo una segunda temporada, no tan gloriosa seguramente como la primera, y más tarde, el lamento de los que hubieran querido que la cosa hubiera llegado aún más lejos. Sin embargo, con la disolución de Spaced, ganamos a tres solistas (o no tanto) tan solventes como Simon Pegg, Nick Frost y Edgar Wright, probablemente uno de los directores jóvenes más inspirados del momento. Ahí nos han dejado, por el momento y entre muchas otras, Shaun of the dead y Hot Fuzz, y pronto nos traerán Paul. Más material masturbatorio para gente como nosotros, personas que se hacen blogs para hablar de los dibujos que veían de pequeños. Más películas con finales felices para hacernos olvidar que lo ingrata que a veces es la realidad.

3 comentarios:

Mycroft dijo...

No sé si como retrato del zeitgeist es realmente pertinente, pero soy un fan fatal de la serie y de su universo. La conexión Bagge existe, desde luego...
Como un exiliado más en la ficción, no estoy tan seguro de que "decidamos no tener una vida". Creo que nunca tuvimos opción.
Estupendo artículo, a ver si reúno fuerzas para escribir alguna cosa esta noche.

Mycroft dijo...

Esto le gustará...

http://28.media.tumblr.com/tumblr_lenc96Qflz1qzrfwao1_400.jpg

lutxo dijo...

Me gusta mucho, sí señor. Y más que se declare fan fatal de la serie y su universo.

Muchas gracias por su comentario. va el abrazo!

pd. estoy esperando a ver skins acompañado y por eso todavía no he empezado la temporada. En cuanto empiece tendrá mi feedback.