Para los que no leyeron la entrega inicial de días de cromos, recordaré que nos encontrábamos en el verano del año 1994, intercambiando cromos de la liga de ediciones Este en una plaza llena de niños. De aquel álbum de cromos de la temporada 94-95, el único que conseguí completar en mis días de niño coleccionista, hemos seleccionado una treintena de estampas más o menos representativas de otra época en el fútbol español.
Creo que nos habíamos quedado en el medio del campo.
Centrocampistas:
Quien pensaba que íbamos a desperdiciar la oportunidad de convocar al gaditano Poyatos en esta selección de estrellas es que desconoce completamente el fino sentido del humor de esta santa casa.
El Racing de Santander, que en la temporada actual aspira a ocupar por primera vez en su historia puestos europeos, no vivía un año tan feliz desde la temporada 1993 - 1994, con Jabo Irureta de entrenador. Después de una década en el ostracismo de segunda y segunda B, el equipo cántabro consiguió, en su vuelta a la máxima categoría, un meritorio octavo puesto, de la mano de los goles de los internacionales rusos Popov y Radchenko (ambos Dimitri), y la capitanía de este señor, Quique Setién, que regresaba con 35 años y todavía con la batuta de director de orquesta al equipo que le vio nacer como profesional.
A Setién, que era un futbolista maravilloso, le persiguió durante toda su carrera una merecida fama de broncas. Salió por la puerta de atrás del Atlético de Madrid, después de una disputa con Jesús Gil a cuenta de sus salidas nocturnas. En 1986 se enfadó con el seleccionador nacional, Miguel Muñoz, que le había convocado para jugar el mundial de México. Quique no disfrutaría de ningún minuto de juego en aquel mundial. Después de jugar los mejores años de su carrera en el Logroñés (al lado de Abadía y Poyatos, curiosamente) volvió al Racing a retirarse. Pero no pudo evitar irse sin hacer un poco más de ruido. Después de dos temporadas capitaneando al equipo con su sempiterno número 10 a la espalda, el entrenador Vicente Miera le enseñó la puerta trasera del Sardinero. La aficción racinguista, jaleada por el locutor-lobby Walter García, protestó enérgicamente la salida del capitán.
En los últimos días de su carrera, Quique Setién vivió momentos históricos del racinguismo como aquel aplastante 5 a 0 que los verdiblancos le endosaron al superbarça de Cruyff. Aquella noche, por cierto, contribuyó con un gol (creo que con la mano) al triunfo santanderino. Otros momentos deportivos de aquellos últimos años no fueron, seguramente, tan emocionantes, pero Setién siempre mantuvo la técnica exquisita que le caracterizaba como futbolista. El medio del campo era suyo, le llamaban el maestro y, para acabar su andadura profesional, ayudó al Levante a ganar la liguilla de ascenso a segunda división. "Voy a comprarme un sombrero, para quitármelo de la cabeza cada vez que la toque Quique Setién", recuerdo haber oído a algún colaborador del carrusel de José María García. Y no era para menos.
Al asturiano Óscar lo ponemos, sobre todo, para mostrar cuán revolucionario ha sido el Photoshop en el tratamiento de imágenes. Con el ir y venir de jugadores en la época estival, los de Ediciones Este se veían obligados a hacer chapuzas como esta para demostrar que los jugadores jugaban donde decían.
El argentino Dertycia fue popular por muchas cosas y, seguramente, su calvicie, fruto de una depresión que contrajo jugando en la liga italiana, fue una de ellas. El recordado espacio El Día Después de Canal+ hizo durante muchas semanas un exhaustivo seguimiento del estado capilar de Dertycia, que parecía recuperar la melena a medida que le iba volviendo la felicidad. Formó parte del Tenerife que arrebató al Real Madrid dos ligas consecutivas en la última jornada (91-92, 92-93). Difícilmente será olvidado.
El granadino Rafa Paz dio su vida a la causa del sevillismo. En total militó 13 temporadas en el equipo hispalense, donde fue pieza clave en el medio del campo. Además fue internacional, convocado por Luis, para jugar el mundial de Italia 90. Aparte de esto, Paz, no sé porqué, siempre me resultó un tipo de lo más inquietante y, desde el principio, supe que debía estar entre los futbolistas convocados a esta cita. Acabó su carrera en el Atlético Celaya de México.
Diego "Cholo" Simeone era, sin duda, uno de mis jugadores preferidos. Personalmente siempre he sentido debilidad por los jugadores argentinos. El Cholo tenía el descaro y la mala follá exigible a cualquier mediocampista internacional argentino. Después de un par de grandes temporadas en el Sevilla recaló en el Atlético Madrid del doblete, del que sería uno de sus mejores jugadores. Más tarde abandonaría la liga española para jugar en Italia (en el Inter y el Lazio), pero en 2003 volvería al Atlético de Madrid para jugar otro par de temporadas en España. Actualmente entrena al River Plate bonaerense.
En 1994 el fútbol (soccer) trató de acercarse a EE UU, o EE UU trató de acercarse al fútbol. Algo parecido a lo que ha pasado hace sólo un año con el traspaso de David Bekham a Los Angeles Galaxy. Los gringos fueron los encargados de organizar el mundial de 1994 que la Brasil de Romario se acabaría llevando al agua. El recién ascendido Betis contaba en sus filas, por entonces, con Tab Ramos, la mayor figura futbolística yanqui (aunque natural de Uruguay), con permiso de Alexi Lalas. Tab vivió su mejor temporada en el equipo sevillano en segunda, que yo recuerde. Previamente había militado en el Figueres. Más tarde marcharía a México y la mayoría jamás volvímos a saber de él. Desde entonces, no sé si un sólo jugador norteamericano ha militado en algún equipo de primera.
Delanteros:
El ruso Oleg Salenko será siempre recordado como el máximo goleador del mundial yanqui de 1994, empatado con Stoichkov. Curiosamente, a diferencia del búlgaro, cuyo equipo acabó cuarto; Salenko sólo jugó la primera fase del mundial y anotó en solamente dos partidos. Pero logró clavarle 5 dianas a los leones de Camerún. Y eso, qué carajo, bien vale un Pichichi mundialista y nuestro sempiterno recuerdo.
Después de militar en el Logroñés (creo que el subconsciente me ha hecho elegir a las más grandes glorias de este club) volvió a España con el título de máximo goleador mundialista y fue fichado por el Valencia. Sin embargo, Salenko no funcionó y salió por la puerta trasera del club ché.
Si algo podemos recordar a ciencia cierta del jienense Carlos es que pese a su gusto por romper tibias (aún siendo delantero) era de lo más elegante que ha conocido el bastión ovetense Carlos Tartiere. En sus ocho temporadas como jugador del Oviedo (con un paréntesis desafortunado de un año en el Atlético de Madrid) consiguió ganarse fama de jugador de barro, aún siendo de secano de pura cepa. Las comparaciones, aunque odiosas, persiguieron la vida profesional de este 9 tan aficionado a las broncas, que en la temporada anterior a esta rubricó 20 dianas. Se le comparó con Stoichkov por ese amor a la pelea y también se dijo de él que era el Hugo Sánchez del otro lado del Atlántico. Curiosamente se retiró en el Puebla mexicano.
De Atila Kasac poco supe en su día y poco recuerdo ahora. Pero el suyo fue, sin duda, el cromo más bizarro de toda la colección 94-95. De hecho, durante mucho tiempo pensé que Kasac era un jugador inventado. Sólo hay que ver el pobre trabajo gráfico prephotoshop que perpetraron los de Ediciones Este en el que la misma cara (de esas que te miran allá donde te sitúes, como el Gran Hermano) servía para el recuadro grande de la izquierda y para colocarla al cuerpo de evidente posturita chiquitinesca.
En 1995, el Logroñés había perdido el norte deportivo. Sus números de la temporada fueron pésimos: 2 victorias, 9 empates y tan solo 15 goles a favor por 79 en contra. A la postre sería en único descendido a segunda(por aquella historia del saneamiento de los equipos que ahora no procede explicar) y desde entonces poco se ha vuelto a saber de él. No sé cuántos goles de los 15 que marcó el Logroñés salieron de las botas de Atila, pero por este cromo tan bello bien se merece nuestro recordatorio.
Todavía a día de hoy me cuesta hablar de este maravilloso jugador danés. Y, especialmente, de este cromo. De este jugador con esa (léase en tono despectivo) camiseta. Michael Laudrup será para siempre uno de mis jugadores de fútbol favoritos. Sin duda, uno de los más exquisitos pasadores que ha visto un campo de fútbol español. Con Stoichkov y Romario como puntas blaugranas, la prensa llegó a calificar el juego del Dream Team como "fútbol de dibujos animados". Y el tranquilo danés tenía mucha culpa de eso.
Formó parte del mejor Barça de la historia y, al final, acabó vistiendo la camiseta blanca y participando en el 5 a 0 que el Madrid metió al Barcelona en el Santiago Bernabeu, precisamente la temporada a la que pertenece esta colección de cromos. Un año antes, Laudrup había participado del 5 a 0 del Barça al Madrid en el Camp Nou... Ironías de la vida. Laudrup se estableció como el mayor traidor de la historia del fútbol catalán. Sin embargo, a estas alturas quién le puede culpar. Por lo visto, Michael acabó teniendo problemas con Cruyff. Cuando su contrato con el club blaugrana finalizó, el hábil Real Madrid lo repescó. Con su divina presencia, el Madrid renovaría el título de campeón de liga cinco temporadas después.
A día de hoy se especula con que Michael vuelva al Camp Nou en calidad de entrenador. Antes de que eso ocurra me permitiré odiarle un poco más. Yo era un crío de 12 años y el fútbol era mi vida y él se fue al máximo rival. Nunca le perdonaré. Pero nunca olvidaré su nombre cuando algún futbolista con clase haga un pase a la izquierda mientras mira al lado contrario. Para siempre esa jugada será la de Laudrup. Y no hay nada más que hablar.
Hristo Stoichkov pasó a la historia del fútbol español recién llegado de Bulgaria, con la bota de oro europea debajo del brazo. Una fría noche del 5 de diciembre de 1990, el temperamental delantero arreó un pisotón al colegiado Urizar Azpitarte después de que Cruyff hubiera sido expulsado. Era el partido de ida de la final de la Supercopa de España de la temporada 90-91, que enfrentaba al Real Madrid y al Barcelona. Con el paso de los años, aquella cagada fue enterrada a base de goles.
Stoichkov seguramente fue uno de los jugadores más macarras que han pisado un campo de fútbol en España. Pero era un delantero maravilloso que pronto se integró en su club, el Barcelona, y en la liga española. Los que en aquellos mediados de los 90 vivíamos de fútbol, jamás olvidaremos a Hristo insultando en castellano a los árbitros en el mundial de EE UU. Además de goleador, fue un renovador de la palabra "puta" y, sólo por eso, merece un respeto.
Cuando era crío vivía en Granada y podía pasar tardes enteras corriendo detrás de una pelota. Ya entonces era más alto y desgarbado que la mayoría de mis amigos y, con un balón en los pies, era capaz de hacer lo más dificil y fallar lo más fácil. Además era del Norte y seguidor del Barça, así que pronto me empezaron a llamar Salinas.
Julio Salinas me encantaba. Tal vez porque le ví meter un gol que no sirvió de nada a Yugoslavia, en los octavos de final del mundial de Italia 90 (uno de los primeros partidos de fútbol que tengo consciencia de haber visto). Tal vez porque siempre sentí debilidad por los perdedores. Salinas lo ganó todo con el Barça, pero seguramente será recordado para siempre por sus fallos; especialmente por uno. En aquel partido de cuartos de final Italia contra España de 1994, como le solía pasar, falló lo más fácil y, como Cardeñosa en Argentina 78, pasó a formar parte de la leyenda negra de grandes losers de los mundiales. Sin embargo, fue por gente como él por la que me pasé un verano (más de uno en realidad) pateando todas las plazas de mi pueblo en busca de los cromos que completaran la colección. Todavía hoy, con la fiebre del fútbol más que sofocada, Salinas tiene mucho de mito para mí. A él y a cada uno de los futbolistas convocados va dedicada esta serie. Sin ellos, seguramente hoy no sería el mismo.