domingo, 6 de abril de 2008

Oro negro

Si hay un vinilo que se repite en estanterias de melómanos fanáticos y coleccionistas accidentales es el histórico Thriller, firmado en solitario por el rey del pop, Michael Jackson. Más que nada porque, como todos saben, el sexto disco en solitario de Michael, que todavía era negro como pueden ver en la portada, fue (ha sido, es) el disco más vendido de todos los tiempos. Y como lo cortés no quita lo valiente, Thriller es una indiscutible delicia musical de primer orden, cuya escucha debiera ser condición sine qua non para cualquiera que se considere aficionado a la música.

Thriller, que vio la luz en otoño de 1982, tuvo todos los ingredientes necesarios para generar un mito cuya leyenda podría incluso llegar a hacer sombra a la calidad de su repertorio musical. Los millones de discos vendidos en cualquier parte del mundo, la maravillosa voz de Michael, que se encontraba en el punto álgido de su carrera (musical y anímicamente), la exquisita producción del enorme Quincy Jones, un video musical de 14 minutos dirigido por John Landis en clave de cine de horror, sus maravillosas coreografías, símbolo de una nueva modernidad musical, y sobre todo Billy Jean, Beat it, Thriller son algunas de las cabezas de este gigante dragón musical. Guasíbilis no sería lo que es sino recordáramos que Michael, además, contó con la colaboración de Paul McCartney en la aburrida This Girl is Mine. Jackson devolvería al año siguiente la colaboración, por partida doble, en el álbum del músico inglés Pipes of Peace. Cuando el norteamericano compró el catalogo de canciones beatle, los dos astros comenzarían una relación de odio mutuo mucho más interesante y duradera.

Proyecciones futuras.

Veinticinco años después de ver la luz, con la reedición especial 25 aniversario en CD ocupando la quinta posición de los discos más vendidos en España según Promusicae, pudiera parecer que cualquier palabra dedicada al disco es prosa desgastada. Pero Thriller sigue siendo, a día de hoy, tan imprescindible y sorprendente como el día de su publicación. Es un disco (el disco) que se ha intentado rehacer seis millones de veces, por otras tantas popstar wannabe (con consecuencias nefastas, generalmente); y no puedo pensar en un álbum que haya reinventado el negocio musical de la forma que lo hizo éste. Sobra decir que los publicistas de Epic hicieron un trabajo de promoción muy inteligente. Sin embargo, más allá de ardides publicitarios, Jackson y Jones definieron una nueva forma de hacer música comercial: ochentera, deliciosa y nutritiva; más universal que racial.

Sin embargo, Thriller hizo mucho por el gremio de músicos afroamericanos de principios de los 80. En una época en la que ser negro en EE UU todavía era un inconveniente para figurar en los medios de comunicaciones, Michael se convirtió en la estrella que todo el mundo quería tener en su show de televisión o en la convención nacional de su partido político... Sus videos, especialmente Billie Jean, propiciaron la emisión de clips de artistas afroamericanos en la MTV, y el suyo fue uno de los primeros rostros negros en la portada de la Rolling Stone. Sin embargo, Jacko no aprendió de las lecciones positivas de Thriller. Muy al contrario, éste fue el primero de los muchos billetes de lotería envenenados que le iban a tocar.

Dos décadas y media después, el monstruo del videoclip de Thriller es sólo una broma de dibujos animados comparado con el lechoso trozo de carne real en el que Jackson se ha convertido; y la leyenda de su disco más vendido, sólo una anécdota feliz en una penosa biografía, peligrosamente incompleta. Mientras el legado musical de Thriller se revaloriza (me cuesta encontrar una canción pop más bailable que Billie Jean), la figura de su autor ha perdido aquel toque de magia que le hacía ser el único, el número uno. Como en aquel fantástico capítulo de los Simpsons, Michael Jackson puede ser un tio sorbiendo un batido de plátano de quince dólares, por una pagita de plata en el garito más exclusivo de Beverly Hills, o el gordo blanco recién salido del manicomio que está sentado en tu cama. Los dos son imitadores descoloridos de un músico fantástico, enfermos mentales a cuenta del exceso de éxito. Michael Jackson jamás volverá a ser el que fue en Thriller, jamás volverá a grabar un álbum que llegue a las suelas de aquel, pero podrá reeditarlo las veces que quiera para pagarse las clínicas psiquiátricas más caras del planeta. Y esa es la única diferencia.

Animalico.

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