jueves, 31 de marzo de 2011

Aquellos maravillosos años


¿Qué harías si cantase fuera de tono?
¿Os levantaríais y os alejaríais de mí?
Prestadme vuestros oídos y os cantaré una canción,
Y trataré no desafinar

(With a Little help from my friends, Lennon/McCartney)

Entre otras cosas, al señor Mycroft nunca le estaré lo suficientemente agradecido por haberme recomendado la gloriosa serie de televisión británica Skins, a la que yo critiqué injustificadamente en su día. Pocas cosas puedo añadir yo a las que él ya puso sobre la mesa en este excelente post referente a la quinta temporada, primera para la tercera generación de actores de este drama adolescente. En resumidas cuentas, para los que no sepan muy bien de qué va la cosa, Skins narra las vidas de un grupo de adolescentes de Bristol. Y ya saben la adolescencia: amigos, borracheras, peleas, nuevas sensaciones, primeras veces, tensiones familiares, esa persona que hace que el mundo se pare en seco…

En este caso, la serie funciona según una serie de códigos formales que ya dicen bastante de lo que tenemos entre manos: rodaje en exteriores, con una sola cámara (planos preciosos), temporadas de entre 8 y 10 capítulos –cada uno de ellos dedicado a un personaje en concreto- y una nueva hornada de protagonistas cada dos temporadas. Porque la gente de 16 deja de ser adolescente después de un par de años, también los actores, y porque cuando los personajes se perpetúan, al final todo acaba en un sinsentido en el que todos acaban liados con todos “hasta que las posibilidades se agotan”, parafraseando a Mycroft.

Aunque el season finale no ha sido tan espectacular como esperábamos (difícil superar la conclusión de la primera temporada), el quinto asalto ha dejado buen sabor de boca en las oficinas de guasíbilis. La tercera generación ha vuelto a probar la excelente labor de casting y el fantástico trabajo de sus guionistas, que hacen parecer nuevo el tema este de la adolescencia, tan manoseado ya en el cine y la televisión. La clave seguramente esté en el cariño con el que está dibujado cada uno de los ocho personajes principales. Pero no podría entrar en detalles. Como conclusión diré simplemente que Skins es una serie que hace sentirme más joven. Que habla de sensaciones que una vez también fueron mías, de sentimientos que alguna vez me golpearon el pecho.

No fueron mis años mozos tan glamurosos, ni tan alocados como los de Frankie, Grace, Rich, Nick y compañía. Pero la esencia de esa época está ahí. Sentirte un día en la cima más alta del mundo y al siguiente, enterrado a varios metros bajo tierra. Sentir que el mundo no te comprende; que cada ciego es diferente; que el mundo es un lugar inhóspito y absolutamente injusto; que nos rigen códigos absurdos; que la vida golpea y hace daño. A veces, mucho daño.

Como una de esas canciones que escuchamos repetidas veces, Skins me hace sentirme más vivo, más especial. Porque viendo a esa cuadrilla de muchachos reír, sufrir, discutir, aburrirse, drogarse, dialogar y pasarlo bien, me entran escalofríos que me recuerdan la persona que fui. O cosas tan ciertas como que los amigos de verdad te sacan de pozos en los que nos metemos nosotros mismos. Por todo eso, Skins me parece una serie de adolescentes casi definitiva. Al menos, la que nos hizo darnos cuenta de que la mayoría de las otras no hablaba, en realidad, de nosotros.

1 comentario:

Mycroft dijo...

Yo también cargué contra la tercera temporada, aunque al final lo arreglaron los secundarios. Esta es, de nuevo, mágica, y si la finale no ha sido una cosa espectacular, y si algo tramposa cerrando el arco de Frankie-Matty, pues bueno, qué más da. Estos personajes darán aún mucho de si.