jueves, 19 de mayo de 2011

Encuentros astrales en el planeta POP

Solo falta el osito de mimosín

Paul estaba en casa, sacando brillo a alguno de sus muchos discos de oro y pendiente de los niños. Sonó el teléfono. ¿Recuerdan la voz del Michael Jackson –en realidad Leon Kompowsky- que Homer conoció en el manicomio? Bien, imaginen esa voz. “Hola Paul”. En esta ocasión se trataba del auténtico, que todavía era negro. “Soy Michael. ¿Te gustaría grabar unos hits?”. No se sabe si con el símbolo de los dólares en los ojos, pero el caso es que Paul dijo que sí sin pensárselo dos veces.

La de Michael Jackson y Paul McCartney fue una de las reuniones más míticas y probablemente innecesarias de la década de los 80. Un episodio histórico, sin lugar a dudas, que simbolizó el cambio del trono del pop a favor de la joven estrella negra, que de la mano de Quincy Jones iba a firmar, poco tiempo después, su obra más vendida. La más vendida de todos los tiempos, en realidad. Hablamos de Thriller, claro.

The Girl is mine, primer single editado del dúo de prebostes del pop (en octubre de 1982), fue precisamente el primer sencillo de aquel álbum legendario. Un tema bien blando que ha envejecido fatal y que en su día se consideró un intento de canción para blancos de la factoría Jackson -escritor- y Jones -productor-. El disco, que vería la luz un mes después, se antojaba una castaña. Lo que no evitó que el single, con Can’t get outta the rain en la cara B, vendiera bien (número 2 de la Billboard y 8 en el Reino Unido).

El momento, entre azucarado y casposo, en la que las dos estrellas se disputan dialécticamente la chica es especialmente sangrante; pero supongo que la canción todavía tiene un pase, por eso de la nostalgia.



Para llegar hasta Say, say, say, mucho más potable, tenemos que hacer un viaje en el espacio y en el tiempo. De Los Angeles, donde se grabó The Girl is mine, nos vamos hasta los legendarios estudios Abbey Road de Londres. Halagado por la propuesta de colaborar en el disco de Jackson, McCartney también quiso contar con la joven estrella para su olvidable LP ‘Pipes of Peace’ (1983). La canción fue registrada, sin embargo, durante las sesiones de producción de ‘Tug of war’, entre mayo y octubre de 1981.

Su grabación fue seguramente clave para la seguridad de Jackson, que se mostró encantado con la experiencia y aseguró haber compartido estudio con McCartney de igual a igual. De todas formas, no todos los días uno tiene la oportunidad de compartir una sala de Abbey Road con un beatle y el productor George Martin. Y si la canción merece la pena es precisamente por las garras de Michael, que aquellos días andaban bastante afiladas. La voz del niño prodigio de los Jackson 5 estaba ya lo suficientemente madura como para barrer al mismísimo Paul McCartney del estudio.

El single, con Ode to a Koala Bear en la cara B (en serio), fue número 1 en EEUU y 2 en el Reino Unido. El video, dirigido por Bob Giraldi, es del mismo gusto hortera que esta batería de canciones, pero hace gracia, la verdad.



De la hornada del Pipes of Peace, Macca y Jacko también dejaron para la historia The Man. Una ochenterada con bien de azúcar que tiene su gracia y supone, en realidad, lo mejor de ese disco junto a Say, Say, Say. Aunque la producción es muy mala (esa guitarra), tiene cierto morbillo escuchar esas dos voces juntas.

Según cuenta Wikipedia, los McCartney acogieron a Jackson en su casa durante las sesiones de grabación londinense. La sintonía fue magnífica y Paul, que siempre ha sido muy mirado para los negocios, se permitió aconsejar a Michael. Una noche le enseñó, seguramente para presumir, el abultado catálogo de canciones que poseía. “Este es el verdadero negocio. Cada vez que alguien pincha una de estas canciones en la radio, yo gano dinero”. En 1985, Michael Jackson adquiría el catálogo de Northern Songs, con todas las canciones con la firma Lennon/McCartney. Sin duda, uno de los negocios musicales más rentables de la historia. El dinero le supuso, una vez más, una nueva enemistad a McCartney, que apuntó a Jackson en una posición bastante alta de su lista de enemigos. Más de una década y media después de aquello y tras la prematura muerte del compositor de Billie Jean, Paul le recuerda como “a good chap”.



La anterior canción, por supuesto, iba dedicada a nuestro hombre Macca, que ya prepara su tercer enlace matrimonial. En guasíbilis te deseamos toda la felicidad del mundo y nos quedamos a la espera de esa invitación.

2 comentarios:

Mycroft dijo...

Nunca he comprendido la carrera en solitario de Macca. Para mi es un misterio, comparada con la coherencia (salvando el efecto "dejemos meter a Yoko su mierda") de Lennon.

lutxo dijo...

No sé si Paul estaba (está) más por el rollo de hacer arte o de vender un porrón de discos, acumular premios y todo eso.

De Lennon me gusta casi todo.