jueves, 31 de enero de 2008

Isla maldita

Desde este verano tengo un sueño que se repite. Estoy sobrevolando el Pacífico. Mi destino es Sidney, o acaso mi punto de partida. No lo sé, pero Sidney es el principio o el final de mi viaje. O ninguno de los dos, porque repentinamente atravesamos unas terribles turbulencias. Sobrevolamos algún punto del Pacífico Sur y no importa si vengo o voy a Sidney. Estoy en un avión y según avanzamos, el cuadrante de cielo donde me encontraba hace un segundo es sólo vacío. Caemos y el océano está cada vez más cerca. Así que, por un momento, no importa realmente de dónde venga ni a dónde me dirija. Me pongo la mascarilla del oxigeno, me olvido del comic que tengo entre las manos y cierro los ojos. Aunque nunca haya tenido miedo a volar, desearía abrirlos y poder estar en cualquier otra parte. En cualquier otro sitio que no esté en movimiento, en caída libre sobre el Pacífico. Pero sigo en mi asiento de clase turista acongojado por la sensación de pérdida de altura, por el zumbido que sube por los pies y llega hasta los oídos. Entonces rezo, aunque no creo en Dios ni creo que nadie me esté escuchando. Mantengo los ojos cerrados y trato de apretar un párpado con el otro con la mayor fuerza posible. Y pierdo el conocimiento y, en realidad, todo ha pasado en menos de 30 segundos. Cuando vuelvo por fin en mí y puedo abrir los ojos, estoy en otra parte… Sano y salvo, por el momento. Muy, muy lejos de cualquier sitio donde haya estado antes.

El 22 de septiembre de 2004, Hugo Reyes (Hurley para los amigos) consigue embarcar por lo pelos en el vuelo 815 de la compañía Oceanic Airlines, con salida en Sydney y destino Los Angeles. Hugo se había quedado dormido, pensaba que nunca llegaría a tiempo para coger el vuelo, pero una auxiliar de tierra le deja finalmente pasar. Cuando por fin toma asiento en el avión se siente aliviado. “Por fin un poco de buena suerte”, piensa. Con la sonrisa del que acaba de lograr un pequeño triunfo en una larga cadena de sonoros fracasos, Hugo se calza los auriculares de su discman y, tras elegir un disco, abre las páginas de su cómic book de Flash y Linterna Verde. No sabe que en ocho horas, el avión en el que viaja estará cayendo en picado sobre el Océano Pacífico. El azar es casi siempre así de caprichoso. Pegado a su asiento, Hugo espera el impacto… ¿final?

Hoy en guasíbilis, ya lo habrán adivinado, la cosa va de aviones que caen, cómics, ensoñaciones, islas misteriosas del Pacífico Sur y viajes en el tiempo.

38 años atrás, el vuelo 714 procedente de Londres y con destino Sydney realiza su última escala en el aeropuerto de Kemajoran, en Yakarta. Quién sabe si por destino o casualidad, el periodista belga Tintin y sus amigos, el capitán Haddock y el profesor Tornasol (sin olvidarnos de su inseparable perro Milú), todos tripulantes del vuelo 714, se encuentran con un viejo conocido en Kemajoran: el comandante Pst, que ahora trabaja como piloto para el empresario multimillonario Laszlo Carreidas. Las habilidades humorísticas de Tornasol y la buena reputación de Tintin bastarán para que el excéntrico millonario invite al grupo de amigos a viajar hasta Sydney en su jet privado, el recién construido Carreidas 160. Desgraciadamente, el perverso secretario de Carreidas, Spalding, tiene sus propios planes. A través de una ventana del jet que acaba de ser secuestrado por Spalding y parte de la tripulación, Tintin observa una isla remota en el océano, y en la isla una pista de aterrizaje que no parece suficientemente larga como para que el avión vaya a salir ileso cuando llegue a tierra.

La majestuosa y remota isla volcánica de Pulau-pulau Bompa está ocupada por el pérfido Rastapopoulos y su cohorte de maleantes, que pretenden sonsacar a Carreidas el número clave de una cuenta bancaria en Suiza donde el empresario tiene guardados dos millones de dólares. Y, de paso y por sorpresa, deshacerse de Tintin y sus amigos, que en más de una ocasión en el pasado ha conseguido desbaratar los maléficos planes de Rastapopoulos.

En la isla, Tintin y sus amigos son conducidos a una especia de bunker, construido seguramente por los japoneses durante la segunda guerra mundial. Cualquiera que conozca las aventuras del astuto periodista belga sabrá que éste y sus amigos no tardarán en salir de ahí.

El grupo secuestrado encuentra por fin escapatoria. Pero no hacen caso a las observaciones del sabio profesor Tornasol, que no por ser sordo como una tapia significa que esté chalado. Su péndulo demuestra que la isla emana un anormal, poderoso e inquietante campo electromagnético.

En cada rincón de la isla puede haber una trampa... mortal.

O animales prehistóricos gigántes, ¿quién sabe si también osos polares?

Los que quieran saber el final de la historia y descubrir el misterio que esconde la isla de Pulau-pulau Bompa deberán leer este álbum de Hergé que pueden ver más abajo. Seguramente no sea la mejor aventura de Tintin, pero sí una de las más interesantemente paranormales. Y tiene un parecido más que razonable con el argumento de la serie Lost, que hoy comienza su cuarta temporada en la cadena norteamericana Abc.

Mientras Jack, Kate, Locke y compañía viajaban en el vuelo 815 (un Boeing 777) con salida de Sidney, Tintin y sus amigos hacían lo propio en un Boeing 707, como podemos ver en la primera viñeta de este post; el vuelo 714 con destino a Sidney. Sea como fuere todos acabarán en una misteriosa isla del Pacífico que alberga un montón de secretos difíciles de concebir. Nadie podría decir que todos hayan estado en la misma isla, pero ya sea la casualidad, ya sea el destino, ambos pedazos de tierra parecen tener una personalidad muy parecida.

Vuelo 714 para Sidney es, por cierto, el album 22 de la biblioteca Tintin. Que los fans de Lost saquen sus propias consecuencias numéricas. Si Hurley hubiera ido leyendo este album en vez del comic de Linterna Verde el prestamo de ideas tal vez hubiera sido demasiado evidente.

A falta de unas horas tan sólo de que los afortunados televidentes norteamericanos disfruten en exclusiva del primer capítulo de la cuarta temporada de Lost, el que esto escribe reserva el pertinente espacio en el disco duro de su ordenador para descargar cuanto antes este hito de la televisión de culto. Desde que los capítulos de la tercera temporada se fueron evaporando el pasado verano la espera ha sido demasiado dura y Vuelo 714 para Sidney y zarandajas por el estilo sólo han sido metadona para un organismo acostumbrado a esa heroína pura que es la mitología de Perdidos. Mañana espero volver a la isla, charlar un rato con Kate bajo la sombra de una palmera y esperar a los malos, sean quienes sean, con un cuchillo entre los dientes.

Hasta entonces, una vez más me tocará soñar con aviones que se desploman sobre el Pacífico.

miércoles, 30 de enero de 2008

El universo que jamás debiste cruzar

Haber sido los Beatles tiene que lo mismo un día Otis Redding se levanta iluminado por las musas del soul y te pare una versión de Day Tripper que pone a la gris Liverpool a un paso del soleado estado de Georgia, como que al día siguiente a Miguel Rios le da por versionear Yesterday y el mismísimo infierno se estremece sediento de nuevas almas que echar a la caldereta eterna.

"¿Qué he hecho yo para merecer esto?"

Paralelo al genuino "universo beatle" habita otro, bastardo e inabarcable, que explica por sí solo la naturaleza y repercusión de la beatlemanía, fenómeno sociocultural y mediático que se extiende desde los 60 hasta nuestros días. Si hubiera marcas en la cultura popular, The Beatles estaría a la misma altura que Coca Cola en el mercado de las bebidas con burbujas. En las cuatro décadas siguientes a la desaparición del grupo más famoso de todos los tiempos, la cultura popular ha rendido incontables homenajes a su legado artístico y anecdótico. Aparte de que las melodías más inspirada de Lennon, McCartney y Harrison (y las no tan inspiradas) hayan sido versioneadas hasta la saciedad por bandas de todo el planeta y de cualquier condición musical; la mitología Beatle se ha utilizado, de forma más o menos velada, en la televisión, el cine, teatro, cómic, publicidad...

La actualidad, por desgracia, nos obliga a abrir este campo referencial tan guasíbilis con un comentario del espantoso musical Across the universe, dirigida por una tal Julie Taymor (directora entre otras de Titus, Frida). De la película preferiría no hablar demasiado, aunque de todas formas no haya mucho que comentar. Mucho color, muchas versiones de clásicos de los Beatles plagadas de gorgoritos, guiños subculturales, flores, sonrisas, caras bonitas, clichés de la década de los sesenta comprados en el todo a cien de la esquina y prácticamente nada de nada de todo lo demás (sentido del ridículo incluido).

Vergonzoso.

Al final, todo queda en un spot de dos horas sin guión, artificial hasta la náusea, que destila vergüenza ajena a raudales y reduce el legado de una generación a la foto de portada de un libro de historia de los 60. Todas las buenas intenciones que pudiera haber en la cinta acaban naufragando en una marejada de estupideces y azúcar. Y, de paso, la música de mis adorados Beatles queda bien masticada para ser digerida por los amantes de Take That, OT y los musicales gays más infames. Ser el grupo más popular de los 60 en el planeta Tierra es lo que tiene, un día los guionistas de los Simpsons se sacan de la manga a los Sol Fa Mi Das y al siguiente Taymor rueda una película sobre el día en que casi se comió un tripi.


Ni por ver a Evan Rachel dos horas en pantalla merece la pena.

Si tuviera que resumir lo visto en una frase, ésta sería: “Across the universe me hace perder la esperanza en la civilización accidental”. Y todavía me quedo corto.

Dos definiciones de beatlemanía


"Término acuñado por la prensa británica, en octubre de 1963, ante la imparable ascensión de los Beatles y el fervor desatado en sus fans".

Diccionario de Los Beatles, Jordi Sierra i Fabra, 1992



"La Beatlemanía empezó en las Islas Británicas en octubre de 1963, al mismo tiempo que fenecía el escándalo Cristine Keeler-Profumo.
Durante tres años azotó la Gran Bretaña y se extendió por el mundo entero. Adolescentes histéricos de todas las clases y colores lanzaban chillidos y yeh-yehs y ahogaban todo otro sonido, incluso la música de los Beatles. Era una excitación colectiva: emocional, mental y sexual. Lanzaban espuma por la boca, rompían a llorar, se arrojaban como posesos en pos de los Beatles o simplemente se desmayaban.
En el curso de aquellos tres años la misma escena se repitió por todo el mundo. La misma escena de emoción de masas que nunca se había creído posible y que dificilmente volverá a producirse. Hoy todo aquello parece pertenecer al terreno de la ficción, y, sin embargo, ayer era realidad palpable.
Es imposible exagerar la Beatlemanía porque la Beatlemanía fue en sí misma una exageración. Por si hay alguien que no lo cree, todos los grandes periódicos del mundo tienen en sus archivos miles de palabras y fotografías que ilustran con todo detalle lo que ocurría cuando los Beatles llegaban a las distintas partes del globo.
En 1967, cuando la Beatlemanía hubo terminado dejando tan sólo el agotamiento o el hastío, costaba trabajo creer que todo aquello hubiese sucedido realmente. ¿Era posible que el mundo entero se hubiese vuelto loco? (...)
Dirigentes y personajes famosos de todo el mundo, muchos de los cuales se habían manifestado en contra o inhibido al principio,acabaron desviándose por hablar de los Beatles, por demostrar que estaban al día, que ellos también estaban enterados de que se había producido un fenómeno de comunicación de masas. (...)
Brian Epstein dijo que no estaba preparado para hacer frente a aquello. Estaba preparado para el éxito, que ya tenían, pero no para la histeria."

Los Beatles, Hunter Davies, 1968 (Traducción de Ramón Alonso)

Una multitud espera a Los Beatles en las calles de Nueva York en febrero de 1964.

jueves, 24 de enero de 2008

Vacaciones en Ice Haven

Como estaba un poco harto de todo por aquí, decidí pasar una temporada en Ice Haven, en el corazón de los United States. La experiencia fue corta, pero bastante intensa. Tanto que acabé repitiéndola en cuanto tuve oportunidad.

Si no fuera por un estúpido monolito al que los locales llaman “nuestro amigo”, Ice Haven bien podría ser cualquier otra ciudad americana. Así que mejor no me pregunten qué fue lo que me gustó del sitio. Para serles sinceros todo resulta bastante triste. Especialmente sus habitantes.

Y no me refiero sólo a los adolescentes, que como ya sabrán siempre andan quejándose miserablemente de esto y de lo otro.

La mayoría de personas que conocí no eran más que capullos integrales. Pobres desgraciados con delirios de grandeza. Presuntuosos, infantiles, solitarios, vacios y profundamente infelices.

Hasta los críos parecían tristes y apáticos. Como si alguna fuerza invisible les hubiera succionado sus almas de niños.

Durante el tiempo que estuve allí, uno desapareció.

Unos investigadores vinieron a buscarle. Entonces comí el mejor filete de langosta y las mejores puntas de espárragos que he probado en mi vida. Del postre, mejor no les cuento nada.

En cierto sentido creo que me sentí algo identificado con los habitantes de la ciudad. Síndrome de Estocolmo, tal vez. Pero el caso es que llegué tan descansado y contento a casa que tuve que volver tan pronto como pude. Y lo haré otra vez cuando lo crea conveniente. La verdad es que Ice Haven da tanto asco que me hace sentirme menos solo. Se lo recomiendo encarecidamente como destino vacacional.


Publicado en formato apaisado y con tapas duras (todo muy, muy bonito), Ice Haven es una obra de Daniel Clowes. Seguramente le recuerden de otras novelas gráficas como Ghost World, David Boring o Un guante de seda forjado en hierro. Si pueden, no se la pierdan.

viernes, 18 de enero de 2008

La primera vez


"VIRGEN", una historia de Dennis P. Eichhorn dibujada por Peter Bagge. Extraida de Real Stuff # 1 (Fantagraphics Books, diciembre 1990).



Cuando era un chavalín en
Idaho, mi padre era vendedor para una compañía editorial.



Un domingo (cuando tenía nueve años) me llevó con él a su oficina.



Aquel lugar estaba desierto. Eché un vistazo y encontré una copia de un MAD COMIC en la oficina de uno de los artistas.



¿Qué era
esto? Nunca había visto algo como aquello*.

* Esto era el famoso número "Boca-abajo" (#17 - Noviembre, 1954) ¡y lo podéis comprobar!



Pasando hojas, encontré una parodia de
Maggie & Jiggs.



Aquella tira me era familiar porque salía en el periódico de los domingos, pero
esto era diferente.



Jiggs y Maggie parecían distorsionados y los cuadros de las paredes estaban vivos.



¡Algo estaba muy mal! Sentí náuseas.



Fuí al servicio de caballeros y eché la pota.



Puse el comic donde lo había encontrado.

- ¿Listo para irnos, hijo?
- Claro, papá.



Nunca volví a ser el mismo.


Este blog va sobre cómics (música, cine, danzas tribales...) que dan ganas de vomitar y te cambian la vida para siempre. Está especialmente dedicado (si es que estas cosas se dedican) a los lectores de
inter shitty 2073.