jueves, 24 de abril de 2008

Verbalizando

"Ya te lo dije."

Parece que algún mandamás televisivo español ya se ha puesto las pilas. Hoy se inaugura en el canal digital FOX la cuarta temporada de Lost, motivo de obvia enhorabuena para todos aquellos que veais (craso error) la serie doblada al castellano. Curiosamente, los que seguimos Lost en inglés, echando mano de las descargas directas, también podremos disfrutar hoy del noveno capítulo de la cuarta temporada. Ya saben que por aquello de la huelga de guionistas de Hollywood, sólo se pudieron emitir ocho de los dieciséis capítulos planificados para esta tanda. Hemos tenido que esperar un mes y pico, pero Kate (ay, Kate) y los demás supervivientes están de vuelta. Así que todos deberíamos estar contentos, muy contentos...

Tiene algo la cuarta temporada de Lost que le ha vuelto a insuflar vida a la serie. Es lo suficientemente reveladora como para rescatar a todos aquellos fieles que pensaron que muchas de sus preguntas jamás tendrían respuesta y, a la vez, lo suficientemente ambigua como para que muchas de las dudas sigan flotando en la densa y pegajosa atmósfera del Pacífico Sur. Obviamente, según se despejan unas dudas, otras van apareciendo en el horizonte. Pero la clave espiritual de esta cuarta temporada, lo que la diferencia del resto, es lo que algún personaje (precisamente en el capítulo 8, el último emitido en inglés) llega a verbalizar.

Los guionistas han dado un salto casi mortal. Después de años sin soltar prenda, apuntando las cosas que nos querían decir con el dedo, esperando que nosotros descifráramos o asumiéramos algunos de los enigmas centrales de la trama; por fin se pronuncia la frase que todos habíamos esperado oír alguna vez. Propondré un símil para tratar de explicarme. Imaginen una pareja de adolescentes enamorados. Después de meses cogiéndose tímidamente de la mano, de algún besito furtivo en la mejilla y algún paseo por el parque; al varón le entran ganas de tocar teta y todo lo que sigue. Así que un buen día, sentados en el banco, comiendo una bolsa de pipas, al chaval le da por decir aquello de "pichurri, te quiero".

Bien, ambos lo sabían. Pero hay cosas que son tan obvias que a veces da vergüenza decirlas. Hay cosas que sólo excitan cuando quedan por verbalizar, cuando todavía son (parecen) un enigma y están envueltas en un mágico halo de ambigüedad. Algunas chicas, sentadas en ese banco, destrozarían entre sus dientes la última pipa, se levantarían y dejarían a su enamorado compuesto y sin teta. Otras respirarían aliviadas pensando, "por fin lo ha dicho, por fin se han cumplido mis sospechas", suspirarían y se entregarían en brazos de su macho.

La verdad es obvia y ha de ser verbalizada en algún momento. Porque verbalizar supone confirmar, hacer saber que todos estamos hablando de la misma cosa; pero también trazar una ralla en el suelo que dice: "a partir de aquí ya nada volverá a ser lo mismo". Cuando una serie de televisión lleva viviendo casi cuatro años de la ambigüedad, al verbalizar alguna cosa que todos sabíamos o nos imaginábamos, a algunos seguidores se les pondrá la cara roja de vergüenza y dirán "vaya mierda". Pero esto es "el principio del fin", amigos. Al menos, ese es el título del primer capítulo de la cuarta temporada. Y para terminar lo que se empezó con un accidente aéreo, hay que trazar de una vez por todas la ralla en el suelo y decir: "quédense en tierra todos ustedes, cartesianos beligerantes porque a lo mejor no se habían dado cuenta, pero esto es una serie fantástica (no como adjetivo calificativo, sino como género narrativo)".

Espero haber sido lo suficientemente ambiguo para los que no hayáis visto lo emitido hasta ahora en la cuarta temporada. Y espero que los que ya la hayáis visto sepáis de lo que hablo. Por cierto, no quisiera invitarles a que continúen disfrutando de la serie sin cagarme en algún redactor de El País. En el reportaje "Más perdidos que ayer, pero menos que mañana", la redactora Carmen Pérez-Lanzac demuestra que si ha visto algún capítulo de la serie, seguramente no prestó demasiado interés. Primero establece una serie de dudas pendientes, la primera de las cuales es "¿Por qué hay y cómo ha llegado un oso polar a una isla en pleno Pacífico?", y yo me pregunto, ¿es realmente importante saber el origen de los jodidos osos polares después de ver tres temporadas de locuras descomunales? ¿Merecen explicación cada uno de los enigmas planteados?

La redactora decide, luego, llenar su noticia de spoilers y señala que "surgirán otros enigmas, como el Black rock, un barco del siglo XVI que aparece encallado en la isla". Además de que el barco proceda del siglo XIX (algo intrascendente anyway), ¿soy el único que vio por primera vez ese barco en la primera temporada? No sé, no sé... el pasado viernes, otro redactor del mismo diario, señalaba en un reportaje dedicado a la serie en el suplemento de tendencias EP3 (heredero del Tentaciones) que los otros son la iniciativa Dharma. En serio, ¿no sería obligatorio ver una serie antes de hablar de ella? Y, como ya señaló Ángel Sefija: "es cierto que las personas normales siempre localizamos numerosas falsedades cuando leemos una noticia en el periódico sobre un tema que controlamos. (...) ¿Qué mentiras nos estarán contando estos cabrones todos los días sobre ciencia, economía o política?".

Para quitar este mal sabor de boca mediático, les recomiendo leer este grandísimo post del señor Xabibenputa acerca de esta bendita serie.

actualización 25 abril: Tampoco se pierdan los jugosos comentarios de mycroft a esta entrada, ni este imprescindible post que ha colgado hace unas horas en Micronesia relacionado con Lost.

3 comentarios:

Mycroft dijo...

Estoy en desacuerdo total. Una serie fantástica no tiene por qué explicar nada para ser interesante y tener calidad. Sin llegar al extremo de Twin Peaks, claro.
"Explicar" las tramas es solo una opción. Hoy en dia al espectador hay que darselo todo masticadito, sin elipsis.
Precisamente aunque esta temporada esta siendo muy buena, no lo es por "explicar" las cosas sino que lo es simplemente porque la verosimilitud interna se ha cohesionado. Y porque los guionistas aportan nuevos retos. Si, había que parar o relentizar la espiral de tour de forces, pero eso no significa que cada detalle deba ser clarificado.
Para mi el Prisionero es el modelo de Lost, y su amigüedad es parte de su fuerza. Si le quitas eso matas el misterio. El mejor momento de esta temporada se basa en lo inexplicable: Los saltos temporales de Desmond.
Para ser precisos, una vez aceptado el universo interno de la serie, no hace falta recurrir a ese universo para explicarlo continuamente. Es un simple marco en el que se mueven los personajes. Como "el universo marvel" o el "universo DC".

Mycroft dijo...

Dicho de otro modo, no estoy ni a favor ni en contra de que se expliquen cosas, pero si estoy en contra de que, obligatoriamente, todo deba ser explicado: a veces no explicarlo puede ser mejor. Incluso si estamos hablando de explicaciones fantásticas.
La explicaciones pueden hacer avanzar el relato, ser uno de sus motores, pero no deben ser el objeto: El relato mismo es el objeto.

lutxo dijo...

No tengo demasiadas objecciones con lo que ha comentado, por no decir ninguna. No pretendía transmitir que las explicaciones han de ser el fin de la narración. Muy al contrario, pienso que la expectación creada, independientemente de si se logra satisfacer o no en el futuro, es uno de los platos fuertes de Lost. Por eso todo el mundo ama la primera temporada (aunque no tengan ni idea de qué va la historia), y pocos son los que comienzan a ver el primer capítulo y se quedan indiferentes (y por eso la primera temporada será siempre buena). Cuando algo, sea un libro, una peli o una serie, te pilla bien por los cojones y al final de un capítulo lo que mejor podría pasar en el mundo es que comenzara el siguiente (o una noche desenfrenada de sexo, ejem), la sensación es maravillosa. Por lo tanto, independientemente del resultado final, el mal (o el bien, en este caso) ya está hecho.

El peor capítulo de Lost sería el que nos saciara.

Otra cosa es que como seguidor de Lost no haya construido mi propia fantasía y haya creado mis expectativas. Y que haya encontrado una frase que las haya colmado, en parte. Precisamente porque sitúa la mitología lost (ese universo marvel o dc, a los que usted sabiamente hace mención) en la esfera que yo esperaba, que es la de la fantasía. Y en la fantasía, evidentemente, no es necesario tomar el universo real como patrón.

Casi que quería decir que los guionistas han acabado por convencerse ellos mismos de qué era lo que tenían entre manos. Pero me parece que ha sido una temeridad por mi parte.

Personalmente no anhelo una explicación convincente, ni científica. Habrá un final y me gustará o no, y desmerecerá o no el conjunto global, pero la valoración no irá en función de la calidad de las explicaciones o de si lo visto, acaba teniendo sentido; sino de que, simple y llanamente, me guste o que no me guste.

Agradezco, como siempre, su comentario, señor Mycroft. Un abrazo!