lunes, 10 de noviembre de 2008

De melofagia, junglas, leones, amor y felicidad

La música reporta no pocos placeres al ratón de discoteca. Uno de ellos, como ya hemos visto en algún post anterior, tiene que ver con las versiones. Ya sabéis, esa agradable sensación de felicidad que da el descubrir una versión genial de una canción que amas. O, por el contrario, descubrir que una canción que te priva es sólo una versión descafeinada de algún clásico remoto que no conocías.

Otro de esos placeres melófagos muy relacionado con el tema de las covers es el encontrar referencias sonoras entre grupos que pueden tener mucho o poco que ver en cuestión de procedencia, género, actitud... La música, como todas las artes, está llena de préstamos, robos o copias descaradas de textos, ritmos y melodías previamente compuestas.

Fotocopias Rosillo.

Este gusto por los homenajes, que en lo audiovisual ha sido llevado a categoría de arte por Tarantino y The Simpsons, no es coto privado de estilos como el hip hop y la música electrónica, con sus millones de referencias en forma de samplers. El copieteo, como avanzábamos en el párrafo anterior, es tan antiguo como la música misma. Y la revisión de viejos textos y partituras no ha de suponer por definición un robo que atenta contra el arte, sino todo lo contrario. En muchos de estos guiños y espejos se pueden encontrar la semilla misma de la evolución musical.

Aprovechando lo magnánimo de este medio de comunicación todopoderoso procederemos a ejemplificar tal extremo, haciendo nuestro aquel dicho de “para muestra, un botón”.

La canción ‘Jungle Lion’, firmada por ese genio lunático llamado Lee “Scratch” Perry y su house band The Upsetters, llegó a mi vida en el año 2005, cuando alguno de mis más fieles compinches comenzó a interesarse por los sonidos jamaiquinos. Fue la sintonía de cierto programa de radio libre bilbaína y sirvió de vínculo sonoro y emocional entre algunos de mis amigos en aquellos días ardientes de final de carrera.

El tema fue incluido como penúltimo corte de la cara A del álbum ‘Double Seven’ (Trojan, 1974), grabado mayormente en los estudios londinenses de Chalk Farm, pero considerado el primero de la “Black Ark era”. Para los no iniciados en el tema de la música de Jamaica, Black Ark fue el estudio que Perry construyó y, luego, redujo a cenizas. El lugar mágico en que nació el dub, después de mucho mezclar y mezclar los sonidos de los legendarios grupos isleños que por allí pasaron en la década de los 70.

‘Jungle Lion’ ha sido, casi desde el día que la conocí, una de mis canciones favoritas de todos los tiempos. Con su irresistible melodía, comandada por la poderosísima sección de vientos de los Upsetters, es una de las canciones con mayor vitalidad que conozco. Pero pasemos de las palabras a los hechos. Escuchad, por favor.



También podéis escuchar esta otra versión pasada por el bisturí de Perry y adornada con sus rugidos y gritos pasados de rosca. Hay quien la prefiere a la original y, definitivamente, ésta ha sido incluida en más recopilatorios que la primera.



Algún tiempo después de caer rendido en los brazos de este león de la jungla, la música negra americana comenzó a establecerse como plato fuerte de mis desayunos, comidas, meriendas, cenas y recenas musicales. Como a muchos otros corazones errantes, el soul se convirtió en pasión para los oídos y medicina para, precisamente, el alma.

Descubrí entonces la obra de Al Green, del que sólo conocía su prodigiosa ‘Let’s Stay Together’, aquella canción que servía de fondo sonoro para la escena del bar de Pulp Fiction en que Marcellus Wallace unta al boxeador Butch Coolidge para que se deje caer en el quinto asalto, después de darle un discursito sobre el orgullo y esas cosas.

El reverendo Green, volviendo a lo que nos ocupa, incluía ‘Love and Happiness’ como tercer corte de su álbum ‘I’m still in love with you’ (Hi, 1972). Ahora solo tienes que pulsar al play en el reproductor de más abajo para comprender de lo que veníamos hablando al principio de este post melófago.



Entre ambas canciones hay solo dos años de diferencia. Y no tengo ni idea si Perry alguna vez tuvo que pagar pasta a Green en concepto de derechos de autor, por la evidente apropiación de muchos pedazos instrumentales de ‘Love and Happiness’. Ni siquiera sé si Green ha escuchado alguna vez ‘Jungle Lion’ (me gusta pensar que no).

Tampoco sé qué opinarían de este tipo de apropiaciones por la puta cara los impresentables defensores de la cultura musical en nuestro país. Probablemente tratarían de establecer alguna tarifa absurda para cada guiño musical que recompensara la creatividad del autor original. Pero para el oyente, que en última instancia es quien da sentido a la música, quiero pensar que descubrir este tipo de préstamos les hace un poco más felices. A mí, por lo menos, me pasa.

Y pienso, de todo corazón, que estos “pastiches postmodernistas” (utilizando una frase del crítico Nando Salvá, haciendo referencia a ‘Kill Bill’ en Días de Cine) forman parte de la evolución de la música (del arte). Porque la versión puede mejorar el original, darle otro sentido, otra razón de ser. Los sonidos pueden estar ahí, pero sólo el ingenio de una mente enferma como la de Perry puede parir una obra tan bella (y anímicamente diferente) como la canción que protagoniza esta entrada.


En 1989, los neoyorquinos De La Soul abrían el debate de los derechos de autor en Estados Unidos después de incluir más de 180 samplers diferentes en su opera prima ‘3 Feet High and Rising’. The Turtles, uno de los muchos grupos y solistas que “prestaron” su sonido al disco, hicieron eso tan americano de demandar (aunque ellos ni habían compuesto el tema troceado". Siete años después, DJ Shadow presentaba el primer disco compuesto exclusivamente por pedacitos de sonidos ya grabados. La cosa se llamó ‘Endtroducing…’ y los que lo han escuchado saben que es un pepino.

Por un poco de afán completista voy a añadir otras dos canciones al post. La primera, la versión del tema de Green facturada por el también jamaicano Al Brown, casi un versionador oficial de su tocayo en la isla caribeña.



La segunda, la más reciente de todas, se trata de ‘Nenas’ incluida en el álbum ‘Malo hasta el hueso’, publicado hace un mes por El Hermano Ele, que utiliza samplers del ‘Jungle Lion’ de Perry. Me consta que no es la única canción que utiliza una base con pedacitos leoninos, pero a última hora no he podido encontrar las otras. Habrá post anexo si se encuentran.



Y ya que hemos dado tanta guerra con las versiones, hemos de hablar nuestro blog amigo Micronesia en el Cerebelo y de sus recientemente importadas Cover Wars. Mycroft propone dos temas y los lectores votan por su preferido. Hoy mismo hay una nueva batalla sonora publicada. A visitar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

RRoooaarrrr!!! Jangel Laion!
fuuufufufu!!!... Ese hermano Ele!!
No la había oído! y la de Al brown tampocoo...

Ese perrín, queda ahí todavía una colabo biográfico del perrín... ya caerá.

Más trozos leonísticos... Revolutionari brothers..de. Donosti... su mistape... ya miraré...

Love an Japines!!
Marti Perri

Anónimo dijo...

Revolutionary brothers, Puppa Shan... en Bilbo y en direkto!!!

(que gracia, aki abajo, la palabra que me pide verificar es la siguiente: 'gansta'. ay, ke verde era mi valle...)

El Txarro de las Calaveras dijo...

ese Lutxo digger!!!muy bien esas canciones la de All Green es muy guapa también, y aunque en el funkometro de mas de un siete me quedo con la del perrin.

Mycroft dijo...

El pastiche también es creación. Gran articulo, si acaso echo en falta referencias al fenomeno bootleg que internet lanzó. Si bien ha pasado la fiebre del mashup, sigue habiendo creadores que lo cultivan como ejercicio perfecto de ingenieria pop.

Anónimo dijo...

Sí señor! musicón al canto,
ké buena es la versión del muy señor nuestro Al Green, me han vibrao hasta los pelillos de la nariz.
ansiosos esperamos la secuela de las grandes versiones.
besazoo
La panotxuferaaa