domingo, 4 de mayo de 2008

Dietilamina de Ácido Lisérgico, LSD 25

En el post que anteayer le dedicábamos a Doctor Albert Hoffman, progenitor del ácido lisérgico recientemente fallecido, citábamos una y otra vez al escritor español Antonio Escohotado. Si cualquiera de ustedes ha estado, alguna vez, interesado en las sustancias dopantes se habrá topado a la fuerza con alguno de sus muchos textos. De hecho, no sorprenderá a nadie si digo que, con total seguridad, Escohotado es la persona con mayor bibliografía sobre drogas en lengua española. Su extensa obra quedó recopilada en el magnánimo e imprescindible Historia General de las Drogas (Espasa, 1998). Reconociendo todas las deudas de el último post a este atlas químico y a la figura de su escritor, tomamos prestadas, hoy también, las palabras de Escohotado para diseccionar el LSD, la sustancia guasíbilis del mes de mayo.

Uno de los mejores regalos que un hombre (vicioso) puede recibir.

¿Qué es?

"El LSD es un compuesto semisintético, extraído de un parásito de los cereales cultivados en general, aunque también presentes en pasto silvestre, muy abundante en Europa y, sobre todo, en la cuenca mediterránea. Su base –el llamado cornezuelo- era un hongo casi ubicuo".
¿Cuál es su toxicidad?

"Ninguna otra sustancia, natural o sintética, operaba a esa escaña sobre el sistema nervioso central. (...) Ningún psicofármaco era tan remotamente poco tóxico como la dietilamina de ácido lisérgico. Entendiendo por toxicidad específica la proporción entre dosis activa y dosis de envenenamiento (el llamado "margen terapéutico"), (...) en los licores podían ser de uno a ocho, en la heroína de uno a cinco, en el barbitúrico de uno a cuatro, mientras que en la dietilamina de ácido lisérgico superaba con certeza la proporción de uno a seiscientos y bien podía seguir mucho más allá, pues no se conoce un caso de sobredosis letal para humanos". Además, "se trataba de un fármaco desprovisto de tolerancia, que al usarse con asiduidad diaria dejaba simplemente de hacer efecto, fuesen cuales fuesen las dosis administradas. No presentaba la mínima capacidad adictiva."

Experiencias subjetivas:

"El pensamiento y los sentidos se potencian hasta lo inimaginable, pero no hay cosa semejante a picores, sequedad de boca, dificultades para coordinar movimientos, rigidez muscular, lasitud física, excitación, somnolencia, etc. Fronteras entre lo material y lo mental, el salto cuántico en cantidades activas representado por la LSD implica que comienza y termina con el espíritu; como surgió el poeta H. Michaux, el riesgo es desperdiciar el alma, y la esperanza ensanchar sus confines".

"Balsámica o inquietante, la luz está ahí para quedarse, iluminando lo que siempre quisimos ver –sin conseguirlo del todo- y también lo que siempre quisimos no ver, lo pasado por alto".

"A mi juicio, las experiencias más fructíferas son aquellas donde se recorre la secuencia extática entera, tal como aparece en descripciones antiguas y modernas. Por este trance entiendo una primera fase de 'vuelo' (subida es el término secularizado), que recorre paisajes asombrosos sin parar largamente en ninguno –viéndose el sujeto desde fuera y desde dentro a la vez-, seguida de una segunda fase que es en esencia lo descrito como pequeña muerte, donde el sujeto empieza temiendo volverse loco para acabar reconociendo después el temor a la propia finitud, que una vez asumido se convierte en sentimiento de profunda liberación. Es algo parecido a cambiar la piel entera, que algunos llaman hoy acceso a esferas transpersonales del ánimo".

"Si tuviera que matizar la diferencia entre LSD y otros visionarios de gran potencia, diría que ninguno es más radiante, más nítido y directo en el acceso a profundidades del sentido. Eso mismo le presta una cualidad implacable o despiadada, que no se aviene al fraude y ni tan siquiera a formas suaves de hipocresía, apto tan sólo para quienes buscan lo verdadero a cualquier precio. Y diría también que para ellos guarda satisfacciones inefables. La amistad, el amor carnal, la reflexión, el contacto con la naturaleza, la creatividad del espíritu, pueden abrirse en universos apenas presentidos, infinitos por sí mismos. Como dijo Plutarco, tras iniciarse en los Misterios de Eleusis: 'Uno es recibido en regiones y praderas puras, con las voces, las danzas, la majestad de las formas y los sonidos sagrados'".

Escohotado, derecha, pone la mano en el hombro del maestro Hoffman.
Los otros dos no sabemos quiénes son ni por qué se ríen.

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