domingo, 10 de febrero de 2008

Días de cromos (I)

En la tradición hispano-católica el domingo es un día sagrado de descanso, resaca y fútbol. Desde hace años las horas muertas de un día como hoy se pasan cultivando nuestro insufrible dolor de cabeza y sensación general de malestar con la oreja pegada a la sintonía del Carrusel deportivo, con su pi-pi-pi goleador y los arrebatos publicitarios del insufrible Pepe Domingo Castaño, al que siempre gusta imaginarnos pariendo sus odas, madrigales y sonetos entre purito y purito. Pero sería un error pensar que los usos y costumbres futbolísticos del domingo se reducen al carrusel radiofónico y al partido del plus. Todavía, en las plazas y parques de muchas ciudades, el intercambio de cromos (amén de muchos otros fetiches de coleccionismo inútil) es el deporte dominical preferido por niños y no tan niños.

En el verano de 1994 el fútbol era una de las cosas más importantes de mi vida, y los cromos eran una parte fundamental de la época estival. En junio de aquel año, el Barça de Cruyff ganaba su cuarta liga consecutiva (la del penalti de Djukic, Romario y el 5 a 0 al Madrid) y fracasaba estrepitosamente en Atenas contra el Milán (4-0), en la final de Champions más doloroso que recuerdo. Un servidor, por si acaso no se han dado cuenta, es de gustos culés.

Estados Unidos fue la sede del campeonato mundial que ganó el Brasil de Romario y Bebeto. En los cuartos de final de aquella competición aprendí a odiar a los italianos en todo lo que tuviera que ver con el deporte y lloré por primera vez viendo un partido de fútbol, todo en la misma tarde. Si digo los nombres de Clemente, Luis Enrique, Tassoti, Julio Salinas y Roberto Baggio, cualquier aficionado sabrá de qué estoy hablando.


Aquel verano de fútbol caliente de 1994 completé por primera y única vez un álbum de cromos, el de la Liga 94-95 de Ediciones Este (los cromos de la Liga por antonomasia). Con el titánico esfuerzo de levantarme cada mañana y salir a la caza y captura del cromo deseado, cumplí el objetivo de rellenar todos los huecos del desgastado álbum que todavía guardo en uno de mis cajones. Echándole un vistazo me he dado cuenta de que, curiosamente, conozco más jugadores de aquella temporada que de la actual. En aquellos tiempos no existía el Pro Evolution Soccer y los cromos cultivaban nuestros conocimientos futbolísticos, geográficos y la absurda pasión por el coleccionismo. El fútbol, como la mayoría de las cosas en la vida para los que pasamos el cuarto de siglo, ya no es lo que era. Por eso hoy les invito a que me acompañen en un recorrido un tanto melancólico y bien bizarro por las glorias de La Liga 94-95.

Cuerpo técnico:


Los cromos de los entrenadores caducaban más rápido que los batidos de fresa del chino debajo de mi casa y no solían hacer mucha ilusión. De los 20 entrenadores de primera en la 95-96 he elegido a un buen par de sinvergüenzas (con perdón): un locutor radiofónico que habla el mismo castellano que hablaba una semana después de pisar por primera vez el país y el actual seleccionador nacional, entonces entrenador del Sevilla (¿hay algún equipo de primera que no haya entrenado Luis?).

Antic le regaló al Real Oviedo (hoy en tercera) sus mejores campañas. La temporada posterior a ésta haría historia ganando la liga y la copa del rey con el Atlético de Madrid. Por su parte Luis hizo dos buenas temporadas en el Sevilla, devolvió al club a la UEFA. La temporada siguiente abandonaría la ciudad hispalense para entrenar al Valencia. Respeto y besos guasíbilis para los dos.

Porteros:

El mítico Sporting de Gijón es el equipo que más ganas tengo de que vuelva a primera. De hecho, este post tiene bastante de homenaje a la cantera asturiana, sólo superada en aquellos años 90 por la vasca. De la escuela de Mareo salieron muchos de los grandes currantes del fútbol español, diseminados a lo largo y ancho de la geografía futbolística. Sin embargo, Juan Carlos Ablanedo "el Gatu", emblema sportinguista y cancerbero internacional convocado para dos mundiales, nunca abandonó la patria asturiana. El de la cuenca minera (igual que Victor Manuel, el Gatu era natural de Mieres) viviría bajo la sombra del gran Zubizarreta en la selección española, pero sería uno de los pocos porteros internacionales de menos de un metro ochenta de estatura. Era, simplemente, buenísimo. Después de toda una vida en primera militando en el Sporting, Ablanedo colgó las botas en el infierno de segunda, dos temporadas después de aquella desastrosa 1997-98.

Se cuenta en su Durango natal que Cedrún era capaz de llevarse puesto un roble de doscientos años de un sólo cabezazo. Hijo del histórico portero bilbaino Carmelo Cedrún, militó en el Real Zaragoza desde 1984 hasta 1996, donde fue portero titular indiscutible. Con esa cara de buenazo no nos extraña que fuera uno de los jugadores más queridos por la aficción maña. Además, vivió grandes años para el fútbol aragonés: ganó dos copas del rey y la Recopa de 1995 al Arsenal, con aquel mágico gol de Nayim. Se retiró una temporada después de abandonar el Zaragoza en el C.D. Logroñés.


Como los cromos de ediciones Este comenzaban en verano, las altas y las bajas eran el pan nuestro de cada día. Por eso, no era rara la posibilidad de tener 20 o 30 jugadores en dos equipos. Ochotorena fue el fichaje 8 BIS de aquella mítica 95-96 por el Logroñés. Para su desgracia, el equipo riojano fue el único que perdió la categoría aquella temporada. Ochotorena, por cierto, fue el cancerbero del Valencia y acudió convocado al mundial de Italia 90 por el entonces seleccionador Luis Suárez (detrás de Zubi y Ablanedo).

Defensas:

El también ex valencianista Salvador González Marco, aka Voro (oriundo de la cantera de Mestalla) era uno de los mejores centrales de la España futbolística de los 90. El Superdepor de Arsenio Iglesias (O bruxo de Arteixo) y de Lendoiro le llamó a filas por un buen puñado de dólares (o pesetas, mejor dicho). Perdió la liga 93-94 y nunca volvió a tener la oportunidad de ganar otra. Sin embargo, levantó la copa del rey con el Depor en el 95. Fue internacional absoluto con España y, con esa cara de pocos amigos que ponía a los delanteros del equipo contrario, nunca será olvidado.

Es una pena pensar que si la ley Bossman hubiera estado presente en aquel lejano 1994 muchos de los jugadores que salían en los cromos jamás hubieran formado parte de los equipos de primera. Aunque no se le puede culpar de nada, con la ley de jugadores comunitarios las canteras se relajaron y los modelos de fútbol del norte (mentados casos vasco y asturiano) sufrieron un importante desgaste.

Chuchi Macón, al que creo que nunca ví jugar, era un defensa del Pucela proviniente de su misma cantera. Por el bonito juego de palabras que conforman su nombre y apellido no hemos podido dejar de seleccionarle.

El internacional argentino Mauricio Pochettino (perdonen la rima) fue todo un referente del Espanyol de los 90 (el Espanyol de Camacho). En muchos sentidos, el que esto escribe le recuerda como el prototipo de jugador argentino. Derrochaba rabia, coraje, un poco de mala hostia y muchísima personalidad. He de reconocer que para ser culé, el Espanyol es un equipo que siempre me ha caido bien. Sobre todo ahora que juega esa estrella frustrada de nombre Iván de la Peña.

El tinerfeño y agitanado Diego contaba con la cabellera más envidiada de la primera división española. Durante catorce temporadas se erigió además como el jugador más flamenco y racial de la Liga. Militó en el Betis y el Sevilla, los primeros nunca le perdonaron que se marchara a casa del vecino.

Aguirretxu era el clásico defensa central vasco que tenía casi cualquier equipo y que salía millones de veces repetido. Su nariz respingona le aportaba un tanto de personalidad extra al Celta de Aimar.

Lakabeg representa el paradigma de defensa vasco que no abandonó la tierra, pero que también salía millones de veces repetido. En una liga plagada de jugadores vascos, el Athletic y la Real (pero especialmente los primeros) se reservaban a los mejores euskoastros. Sin contar al Barça, claro, que ganó cuatro ligas a costa de Bakero, Begiristain, Goikoetxea, Zubizarreta, Julio Salinas, Alexanco... Sé de más de uno que no le importaría volver a la estirpe de jugadores como Andoni Lakabeg para el renqueante Athletic actual.

Hay pocas cosas que no se hayan dicho ya sobre Miroslav Djukic. Pero, desgraciadamente para él, la mayoría de ellas tienen que ver con la noche de sábado de primavera de 1994 en la que erró el definitivo penalti que hubiera dado la liga al Depor. Curiosamente el serbio emigró al Valencia (el equipo que arruinó los sueños deportivistas) y ganó una liga y dos copas del rey.

Loren es una de las historias más curiosas del fútbol español. Cuando el Athletic de Bilbao se lo arrebató a la Real Sociedad en 1989, los vizcaínos desembolsaron la friolera de 300 millones de pesetas, la cifra más alta jamás pagada por un jugador nacional en la liga española. Loren era entonces la gran esperanza goleadora del fútbol donostiarra, aspirante a sustituir el puesto dejado por Bakero, Begiristain (los dos en el Barça) y López Ufarte (ya retirado). Un extranjero, el irlandés John Aldridge, fue su sustituto en la Real, rompiendo de una vez para siempre con la política de fichajes vascos del club donostiarra. La Real y el Athletic, sobra decirlo, rompieron sus buenas relaciones, que no mejorarían con los casos de Billabona (que resultó otro fiasco y acabó en el Racing de Santander) y, especialmente, Etxeberría, el actual capitán de los leones.

En el Athletic, Loren fracasó estrepitosamente, sometido a la presión de la grada de la Catedral (que no es poco), como goleador. Por ello, al año siguiente (temporada 90-91), Javier Clemente, entonces entrenador del Athletic, le devolvió al puesto de defensa central. El mismo en el que había empezado su carrera deportiva en el Sanse. Con Clemente destituido, Loren salió por la puerta de atrás del club bilbaíno y se marchó al Burgos, donde militó dos temporadas.

Cuatro años después de su marcha volvió a la Real, como el hijo pródigo, dispuesto a ser el goleador que no había sido. Pese a comenzar la temporada como ariete, el temperamental galés JB Toshack le devolvió a la defensa. Con Pikabea formando pareja de baile en la defensa, jugó otras siete temporadas en la Real, se retiró en 2002.

(no se pierdan Días de Cromos II el próximo domingo)

5 comentarios:

El Txarro de las Calaveras dijo...

Me gustaría hacer una pequeña aportación rompiendo una lanza a favor del logroñes, ese equipo cuyo himno tiene una letra más en desuso que la del himno español por inapropiada, eufemística y porqué no decirlo, hortera. Como muchos sabréis bajó, haciendo puenting hasta tercera y a alguíen se le olvidó recoger la cuerda, porque no tenía pasta y el vino da pa mucho, sobre todo pa ponerse uno trompa, pero no para subvencionar un equipo como este. En el agujero que se encontraba el club riojano y a la sombra de otros deportistas grandes y míticos como Titin III, una luz destelló a lo lejos, era la luz de la revolución de la red, más concretamente de las páginas porno, artífices de que tengamos google hoy día, y fue una de ellas la que se ofreció a patrocinar al club. Éstos, claro, se alejaron de la luz y prefirieron quedarse en el pozo, del que no saldrán ni con la ayuda de Sting. Y es que bastante tenemos los chavalillos riojanos como para que encima nos den ideas desde la camiseta de ningún equipo....

lutxo dijo...

Todo un relato el suyo, señor txarro de las calaveras. Veo que el descenso a los infiernos del logroñés ha traumatizado a toda una generación de jóvenes riojanos.

Yo no conozco el himno, por cierto. ¿Qué dice la letra?

Un saludo!

El Txarro de las Calaveras dijo...

Defendiendo tus colores entregado a la afición,
eres de entre los mejores
un equipo campeón,
(y sigue asi)

Anónimo dijo...

Si tuviera que elegir entre el fútbol, el descanso o la resaca para un domingo sin duda elegiría el monte, y si eso la resaca.

Plataforma que páren el fútbol y hagan peleas de gladiadores entre políticos y banqueros.Como antaño.

Abrazos y alguna que otra patada en la espinilla...

Fdo. Vitoko antifurgol

Mycroft dijo...

Ese peinado de frailecillo del djuckik!