martes, 26 de febrero de 2008

En el motor del autobús


Hace unas semanas recibía un email de mi primo, el señor Newandyke, a propósito del estreno de la cuarta temporada de Lost. Entre otras muchas cosas, me comentaba su opinión acerca de la posible relación entre los viajes en el tiempo y una posible explicación global de lo que ocurre en esa maldita isla del Pacífico Sur:

“Igual tiene algo que ver con una experimentación de hacer que 'desaparezca el tiempo', en el sentido de que todo pasado, presente y futuro converjan como al leer un texto. Todas las palabras están escritas, y las leemos del principio, por el medio y el final. Pero todo el contenido está ahí en cualquier momento. El tiempo es cómo los humanos accedemos a una información, de forma lineal”.

Esta bonita explicación me hizo pensar inmediatamente en el Doctor Manhattan y especialmente en su creador, el escritor británico Alan Moore, guionista de cómics tan magníficos como V de Vendetta, From Hell, Watchmen y La liga de los hombres extraordinarios. Pero, hablando de viajes en el tiempo, hay una pequeña obra de arte firmada por Moore y el dibujante argentino Oscar Zárate, la novela gráfica Un pequeño asesinato, que a menudo pasa desapercibida entre los seguidores del guionista británico. El libro en cuestión no se trata ni mucho menos de una de sus obras menores y, curiosamente, trata muchos de los temas más recurrentes de guasíbilis en su primer mes de existencia: la niñez perdida, los cínicos años 80, la cultura popular, los viajes en avión...

Esta aventura también comienza con un viaje en avión.


En vez del mítico Delorean, Moore y Zárate, utilizaron el avión, el tren, un viejo coche, una bicicleta y las piernas del protagonista de A Small Killing, Tim Hole, para deslizarse adelante y atrás en el tiempo. Hole es un hombre producto de la época en la que vive, un exitoso creativo publicitario inglés que reside en el Nueva York de finales de los 80 y que, después de cuatro años, tiene planeado pasar sus vacaciones de vuelta en su Sheffield natal. Sin embargo, hay demasiadas cosas en su cabeza que no le permiten disfrutar. La compañía de refrescos para la que trabaja le ha encargado el mayor reto de su carrera: diseñar la campaña para Rusia. Y mientras su cabeza no deja de dar vueltas a la idea que haga vender millones de bebidas con burbujas a gente que ha crecido en la cultura del comunismo, tiene que soportar el resquemor emocional provocado por una tonta colección de huevos rotos. Hole no imagina que su viaje está apunto de convertirse en una pesadilla (retrospectiva) através de sus recuerdos más embarazosos, dolorosos. Y todo por culpa de un niño de mirada aviesa y crueles intenciones, que le perseguirá en su viaje trasatlántico.


Un Pequeño Asesinato narra dos viajes paralelos en el tiempo y el espacio. Uno físico y progresivo: el trayecto desde Nueva York hasta Sheffield, con escala en Londres. Y otro interior y regresivo a través del pasado de Tim Hole, que identifica épocas de su vida con emplazamientos geográficos: Nueva York es el presente (1985 – 1989), Londres el pasado cercano (1979 – 1985) y, por último, el pasado remoto de Sheffield en dos épocas diferentes; la adolescencia y paso a la madurez (1964 – 1979) y la infancia en los viejos edificios (1954 – 1964).

El tiempo en este relato, igual que en la explicación dada por el señor Newandyke, es un todo absoluto al cual accedemos a través de nuestra consciencia. El pasado no deja de existir por el hecho de quedar atrás, sino que forma parte integrante de nuestra persona y circunstancias. Puede ser revisado, y las viejas imagenes volver a quemar en las retinas, como la primera vez que vimos su cuerpo desnudo, y las viejas sensaciones alterar otra vez nuestro ritmo cardiaco, como la segunda vez que vimos su cuerpo desnudo. El pasado queda atrás, pero es posible hacer el camino de vuelta, y los recuerdos entrañables, como los viejos fantasmas, volver a la vida, por mucho que queramos enterrarlos, olvidarlos, hacerlos desaparecer.


De vuelta a Londres, camino de Sheffield ("la ciudad roja").

Como Homer después de comer aquellos chilis ultrapicantes cocinados por el Jefe Wiggum, Hole acaba sumergido en un viaje interior en el que deberá curar las heridas que sus pequeños asesinatos dejaron abiertas. Pero no se confundan, los crímenes de esta pequeña maravilla hecha tebeo no tienen nada que ver con sangre, vísceras, pistolas o cuchillos. Los “small killings” de Moore y Zárate hablan del fin de la inocencia, de los pequeños y grandes pecados que perpetramos conscientes de nuestros actos, de los principios vendidos al mejor postor, la integridad subastada, la traición a lo que fuimos, a lo que hablaba acerca de nosotros, lo que nos definía, lo que nos diferenciaba, lo que creíamos, nuestros amigos, la primera chica a la que dijimos "te quiero" con el estómago hecho un nudo, nuestros principios. Lo que abandonamos por una vida incierta y diferente, más cómoda pero menos satisfactoria, menos auténtica, menos real.

Un pequeño asesinato cuenta que el pasado forma parte de nuestra historia y que siempre permanecerá en algún rincón oscuro de nuestra azotea vital, por mucho que intentemos maquillarlo, falsearlo, negarlo... para poder sentirnos mejor. Narra que todos tenemos un espíritu guía con el que tendremos que rendir cuentas, la persona que fuimos y a la que, un día, estrangulamos mientras dormía. Y que el olvido sólo es el mayor de los engaños, la mayor de las traiciones. Es imposible esconder para siempre al fantasma de las navidades pasadas. Algún día tendremos que hacerle frente, mirarle a los ojos, pedirle perdón, acabar para siempre con él o dejar que él acabe con nosotros.

El tortuoso camino de la redención.

Un Pequeño Asesinato fue publicado en 1991, pero a España no llegaría hasta 2002 de mano de la Colección Trazado de Planeta Agostini. Es un libro imprescindible para todos los seguidores de Alan Moore y una fantástica opotunidad para descubrir el dibujo de Óscar Zárate. El universo simbólico y las sorprendentes estructuras narrativas del primero quedan perfectamente asimiladas por el dibujo expresionista de tonalidades oníricas del segundo. Además, la edición de Planeta está complementada con "Pequeña anatomía de un asesinato", un epílogo salpicado de consideraciones explicativas de los autores una década después, firmado por Jaime Rodríguez, editor español de la obra, y por una fantástica introducción del autor Carlos Sampayo. Para un análisis milimétrico de la obra consulten este extenso ensayo de Tebeosfera.

5 comentarios:

Mycroft dijo...

Tu que sabes de lo british, me acabo de enganchar a la serie Skins, placer culpable me temo...
¿Alguna solución?

lutxo dijo...

je,je,je... las únicas soluciones que se me ocurren a bote pronto a lo mejor le resultan algo drásticas. Tratándose de un placer culpable yo le recomendaría que continuara hasta que se canse, que se cansará... (digo yo).

Creo que hace justo un año que estrenaron Skins (todavía vivía en Inglaterra) y, como amante de la ficción de acción adolescente, tuve que darle una oportunidad. A mí me parece mala, mala... pero como he tragado tanta mierda adolescente tampoco es que me pueda poner estupendo... Hace años veía Compañeros, que tenía la misma gama de manoseadísimos arquetipos teens, pero nadie se drogaba!

Actualmente, a veces me cruzo con el doctor Nacho Martín o Al salir de Clase en mis zapeos por las digitales y, por la aberración o lo que sea, lo dejo un rato. ¿Placer culpable? No sé, pero no sólo de los Phyton vive el hombre.

Lo único que me pregunto es cómo demonios ha llegado usted a saber de skins?!?

Mycroft dijo...

Rebotando, me temo, via Twitter...Pero, a pesar de que si, es arquetípica, no la veo tan mala:
1-Hay un par de actores de verdad. Y tienen la edad que representan.
2-Es muy corta. Compañeros a su lado es la peli de la biblia de Charlton Heston
3-Hereda cierta autoironía que la entronca con un cine teen casi extinto (breakfast club, supersalidos). Tiran de tópico del teenage angst, pero hay guión, hay diálogo.
Es cierto, es una soap opera, con lo que ello conlleva de convención, de folletín, pero juega a serlo de un modo en cierto modo encantador.
O yo que lo veo con buenos ojos.

Mycroft dijo...

El comic de zarate lo tengo fichado en la biblioteca del centro, pero el dibujo, bueno, no es mi estilo...

(Pd. La culpa la tiene Noel "El emperador de los helados" por poner en Twitter que Skins 2x02 es una obra de arte. curioso que es uno)

lutxo dijo...

No me extraña entonces, el señor Noel es un especialista en ambos temas: lo british y lo teen.

Estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que argumenta. No hay actores de 30 años aparentando tener 15 (algunos de ellos no se desenvuelven del todo mal) y, por lo que he visto, tiene temporadas de menos de 10 capítulos (lo cual es muy positivo para un culebrón). Supongo que tiene toques de calidad que no son comunes en los productos al uso.

El punto de autoironía y el toque encantador, sin embargo, no se lo acabé de pillar. No he visto más que un par de capítulos, la verdad. Será que las nuevas generaciones de adolescentes, con tanta llamada por el móvil, me tiran un poco para atrás.

Creo que debería darle otra oportunidad. Aunque en mi lista de preferencias está ahora The Prisioner, de la que ya he visto el primer y superinquietante primer capítulo.

Un saludo y que pase buen fin de semana, señor Mycroft!

Como siempre, se agradecen sus comentarios.